El dolor emocional existe… y puede llegar a ser tremendamente profundo, tanto que quisiéramos no experimentarlo jamás, pero este como el dolor físico tiene uno o varios objetivos, el principal es hacer visible que hay algo que atender, y que hacerlo nos puede incluso salvar la vida.
El dolor es un aliado que se presenta para dar cuenta de enfermedad, para prevenirnos del peligro, para invitarnos a movernos y ponernos a salvo.
Por razones obvias el dolor no es agradable, asusta, entristece, es importante recordar a Viktor Frankl con una de sus célebres frases: “El dolor es inherente al ser humano, el sufrimiento es opcional”, en lugar de evitar el dolor a lo que hay que renunciar es al sufrimiento que en muchos casos es resultado de no reconocer, atender o confrontar el dolor.
No saber qué hacer con este, negarlo y disfrazarlo no cura nada, solo lo posterga y en muchas ocasiones hace que este se muestre a través del cuerpo, mediante enfermedades psicosomáticas, por ejemplo.
Por otro lado, no querer admitir el dolor en una relación tampoco soluciona nada, al punto de que las señales que en un principio pudieron emplearse para atender, afrontar y resolver un problema se incrementan o se tornan en situaciones sin remedio.
La tristeza permanente, el agotamiento constante, la falta de entusiasmo, la energía malgastada, la irritación continua, entre muchas otras son alarmas que el cuerpo está enviando para que hagas algo al respecto, antes de que sea más tarde.
Cuando se tiene una pena parecería que esta va a doler indefinidamente, sin embargo, si se eligen las opciones correctas para sanar se encuentra también el camino para volver a tener mayor bienestar, incluso, para salir fortalecidos de lo vivido, con la oportunidad de tomar la experiencia como un aprendizaje que enriquezca nuestras decisiones en el futuro.
Nada duele para siempre, no si tú no lo permites. Y sé que esto es una gran responsabilidad, sobre todo cuando el dolor aparece, porque además de cómo sea que te estás sintiendo hay que aferrarse a la parte sana de tu interior que te ruega que actúes a pesar de cómo te sientes.
Cuando el dolor parece no terminar en realidad es porque se ha abierto el sufrimiento, y este a diferencia del dolor no te salva la vida, el otro si.
La nostalgia es normal pero la desolación no, solo se cura lo que se acepta, lo que se suelta.
Debemos aprender a valorar cada uno de nuestros días para no permitirnos que la vida se nos pase sin vivirla con la alegría del amor, la dicha y la satisfacción del logro, el orgullo de sentirse a gusto consigo mismo.
Recordar que no hay personas perfectas, parejas, familias, circunstancias ni vidas perfectas nos orienta hacia una mayor flexibilidad ante lo que no es como quisiéramos y tratarnos con bondad cuando más lo necesitamos, cuando el dolor emocional dice: “presente”.
Acompañarse de personas que te recuerden quien eres y todo lo que vales, ir a donde un especialista te guíe para salir pronto de ese estado emocional, a pesar del dolor no permitas que este se vuelva crónico o duela por más tiempo del necesario, que alivie, resuelva y elabore lo que tenga que, y después lo agradeces y te despides del dolor, que cumpla su función y nada más.
La vida aún tiene mucho más para ti, habrá más alegrías y oportunidades, esto aun no termina, y aunque hoy no sepas cuándo, eso que te duele dejará de hacerlo y agradecerás lo que has vivido y aprendido.
No te des por vencido, si sientes que no puedes solo busca apoyo profesional, arrópate del amor de tu familia y amigos, esto también pasará.
Un abrazo
@Lorenapatchen_
Psicoterapia presencial y en línea.
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