Ojalá que cuando pase esto no se olviden de uno_ afectados de La Esperanza 1 al caminar 8 km

“Ojalá que cuando pase esto no se olviden de uno”: afectados de Huehuetla caminan 8 km por víveres

A casi una semana de las intensas lluvias que transformaron la geografía de la región Otomí-Tepehua, la realidad para los habitantes de la localidad de La Esperanza 1, en Huehuetla, se resume en un extenuante viaje a pie.

El nombre mismo de la localidad, La Esperanza, se ha vuelto una paradoja y, simultáneamente, el anhelo más urgente de sus pobladores: que las promesas de ayuda no se desvanezcan al mismo ritmo que se desvanece el recuerdo del desastre.

La distancia se ha convertido en una barrera insalvable. Los adultos mayores son las víctimas silenciosas de este colapso: no tienen la fuerza física necesaria para completar el trayecto y llegar a comunidades como San Gregorio, donde se concentra la poca ayuda que logra filtrarse. La debilidad de los cuerpos contrasta con la urgencia de la necesidad.

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Las veredas se han convertido en la única arteria vital de esta localidad. Desde la distancia, se percibe la titánica labor de los habitantes, mujeres y hombres caminan 8 kilómetros con las despensas cargadas a la espalda.

Es una procesión agotadora que enfrenta una sucesión interminable de subidas, empinadas y bajadas muy resbaladizas, donde cada paso se siente como una victoria. Cada paso es un esfuerzo monumental en un paisaje desdibujado por las lluvias.

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A pesar de la dificultad extrema, la cortesía sobrevive en el lodo de la vereda. La gente se cruza, intercambia rápidas palabras de aliento y, en los breves momentos de descanso, con cautela y una mirada hacia el cielo, se comenta la angustiante probabilidad de que las lluvias regresen.

“¿Cuándo se aparecen por aquí?”

Sin embargo, detrás de cada saludo y conversación también existe una profunda y palpable desconfianza hacia la promesa de la ayuda que proviene del mundo exterior. Un habitante de La Esperanza 1, con la experiencia grabada en el rostro, lanza una pregunta al aire: “¿cuándo se aparecen por aquí?”. La frase no alude al equipo de ayuda, sino a la presencia simbólica y fugaz de las autoridades en tiempos de crisis.

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El verdadero temor en la vereda no es la tormenta reciente, sino la sombra del pasado, que se resume en una súplica que se repite de boca en boca, marcando el ritmo de su travesía.

“Ojalá que cuando pase esto no se olviden de uno, porque luego ya ni regresan”.

Esta resignación colectiva es la clave de la sensación que tienen los pobladores: la región Otomí-Tepehua no solo ha sido brutalmente golpeada por el desastre natural, sino por años de olvido sistemático.

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crs


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