Más de inteligencia artificial, democracia y justicia

Vuelvo al filósofo vasco Daniel Innerarity, citado aquí en otras ocasiones, ahora por la reciente aparición de su libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial (Galaxia Gutenberg, Barcelona 2025) merecedor del Premio Eugenio Trías otorgado por la propia editorial y el Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Pompeu Fabra.

Referente obligado, nos lleva en un recorrido de cuatro tramos en torno de la razón algorítmica: crítica, teoría, pragmática y filosofía. La primera línea del texto explica la ruta del autor, director del Instituto de Gobernanza Democrática, para dirigir su propuesta. Escribe: La organización política de las sociedades ha tenido siempre una pretensión de automaticidad. Luego se pregunta si la política sobrevivirá a la informática, si es posible la política en un entorno de creciente complejidad, cuando cierto es, el punto de vista contrario: la administración política de las sociedades  originó la disciplina del cálculo y la protocolización.

Sin desperdicio ninguna parte del texto, me detengo en uno de los últimos capítulos del tramo dedicado a la filosofía política de la razón algorítmica, relativo a la Justicia, a partir de la igualdad algorítmica y la democracia deliberativa.

Su planteamiento parte de la vertiente de la democracia consistente en posibilitar iguales oportunidades a todas las personas,   de influencia en la toma de esa decisiones cuyos efectos resienten, y de ser así, las sociedades digitales deben interrogarse acerca del modo de conseguir esa igualdad en los nuevos entornos. Adelanta una respuesta: una concepción deliberativa de la democracia parece la más apta para conseguir esa igualdad,  lo cual es aspiración de las sociedades democráticas.

Al abordar el tema de la justicia, el autor advierte tres problemas:  conforme crece la complejidad de los sistemas con los cuales interactuamos, e impactan más en nuestras actividades, se manifiestan las limitaciones de nuestra comprensión de la equidad y la discriminación; otro: de existir un acuerdo en la necesidad de la justicia algorítmica, debe decidirse la clase de justicia a implementar con los algoritmos. Y en ello, señala, la discusión  es de naturaleza política; y las distintas concepciones de justicia.

En ese sentido, plantea a la reflexividad como fórmula para hacer posible la deliberación democrática. Aquí me detengo para compartir una preocupación personal: entre la euforia partidaria y la polarización social, rieles  del actual momento mexicano, ¿habrá algún espacio donde se estén abordando estos temas? No me atrevo, por no tenerla con certeza, ni siquiera a intentar una respuesta, simplemente porque no la veo en las agendas públicas.

Me quedo con la advertencia de Innerarity: “El sentido de las instituciones de la mediación en una democracia reside en establecer una distancia entre la voluntad inmediata y la decisión política.” En esa vía, me parece, debiera reencauzarse la ruta. Hay resultados raquíticos, unos catastróficos, y oportunidades perdidas en el ejercicio del bono democrático; súmese el abrupto cambio de los equilibrios internacionales y la de ser la decimotercera economía mundial. Lo interno y lo foráneo van aparte pero se encuentran, no hay duda. La compleja relación con los vecinos y socios del norte lo evidencian

Dos apuntes del profesor de Artificial Intelligence & Democracy: “Una democracia requiere apertura de espacios para  desacelerar las decisiones;   cuando se trata de satisfacer preferencias e intereses diversos, no pocas  veces con exigencias disparatadas.”  Y: “En vez de centrarse en el individuo, habría que entender la justicia en términos de distribución: cómo está distribuido el daño o el beneficio entre los diferentes individuos y grupos.”


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