Al Partido Revolucionario Institucional no lo mató un asteroide, lo asesinaron las vejaciones de sus militantes. La democracia no acabó con el PRI, fue el acumulado de tropelías que hicieron los gobiernos emanados de él los que cansaron a la gente. Pregúntenle a cualquier persona que se haya sentido orgullosa de su militancia al tricolor y que después de recibir sólo golpes y traiciones del sistema que alimentó, ahora o quedó asqueada de los partidos políticos; o simplemente se fue a otro movimiento que representara sus ideales.
Como en todos lados, hay mucha gente buena en el partido político que inició Plutarco Elías Calles. Existe gente valiosa en el PRI, personas inteligentes, preparadas, comprometidas con crear las mejores condiciones de servicio en el sistema democrático engendró y después vomitó al “partido de las instituciones”. Sin embargo, son los menos. La mayoría de los que aún sobreviven buscan el enriquecimiento, el favoritismo, el reflector fácil, hacer del influyentismo un sistema que les facilite todo porque todo es posible. Y sobre ellos, en la cima de la cadena alimenticia, viendo cómo se desgaja todo, están los que antes decidieron, aquellos que prolongaron su estadía en el poder hasta llegada su senectud, quienes aún anhelan los tiempos en que su voz fue máxima y sus designios se obedecían sin chistar, “porque la razón siempre la tiene el jefe, para eso es el jefe”.
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Pero todo esto son obviedades, conceptos que tienen más de medio siglo que se hablan, que estuvieron ahí pero que durante los años 70 se acallaron con violencia; cosas que se escondieron debajo de la alfombra de la devaluación en los años 80. Términos que se intentó maquillar con las cifras de la “solidaridad” en los gobiernos tecnócratas de los 90´s y los dos miles. Ideas que pretendieron volverse polvo cuando el “partidazo” volvió a la presidencia y que ahora, sólo cuatro años después del último presidente priista son sólo cenizas.
De estos mismos polvos pretenden recomponerse, reunirse en su convención de exdirigentes, hacer planes de “análisis y prospectiva”, cuando en su mesa la suma de años junta siglos de corrupción y ni una década de sabiduría. ¿Cómo quieren entender un mundo en el que todo lo que representan ya es sólo material de estudio para el olvido? ¿Cómo pretenden anular elecciones argumentando las viejas prácticas que ellos inventaron: uso faccioso de programas sociales, violencia, robo de casillas, compra de votos, movilización de líderes? ¿De verdad siguen creyendo que la gente es de pocas luces?
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Por otro lado, y aunque casi nadie hable de ello, está la evaporización que desde 2018 han iniciado las otras fuerzas políticas que alguna vez representaron la posibilidad de la alternancia en el país: PAN y PRD, quienes pertrechadas en el “poder de sus militancias” (sea eso lo que signifique), están agarrándose de cuanta alianza les es posible para sobrevivir. ¿Será que ellos si podrán recomponerse? ¿Sufrirán del mismo cáncer de soberbia que infestó en el año 2000 al PRI?