Victoria. María Fernanda. Debanhi. Kimberly. Wendy.
Las morras en Hidalgo, en San Luis, en Nuevo León.
En cada rincón del país.
Rabia. Coraje. Miedo. Náuseas. Más miedo. Más rabia. Profunda tristeza. Preocupación.
La sensación de que la siguiente persona tendrá un rostro y un nombre familiar, cercano al corazón. Angustia por la familia, les amigues, por todas nosotras y nosotros.
Terror.
Soledad, de esa que quema.
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Desapariciones y feminicidios. Represión de la protesta, porque claro que es más fácil enfocar la atención en aquellas que toman el espacio público para exigir, para gritar, para compartir la desesperación de que las autoridades no hacen lo mínimo que exige su trabajo.
La instrumentalización del terror por parte del Estado para mantenernos perpetuamente en estas sensaciones que lo que logran es desarmarnos, tomar decisiones con la cabeza muy caliente y el cuerpo temblando.
La respuesta de las autoridades en todo el país será más penas, más cárcel, más militares en todos los espacios. ¿Eso da tranquilidad?
¿Cómo se ve la justicia en estas situaciones?
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Campañas electorales que son una puesta en escena que vacía a la política y las luchas sociales de las que se cuelgan para conseguir votos. Más náuseas con sus propuestas y discursos.
Vota por una mujer porque eres mujer y le debes lealtad.
Vota por quien tiene acusaciones de violación, de acceder a curules haciéndose pasar por una persona con discapacidad, pero que nunca ha estado afiliado al PRI y ahora está en el partido más falso y progresista.
Vota por quien dice que el amor se paga con amor, amor manifestado en más militarización.
¿Esto es lo que merecemos?
Posdata
Seguimos sin titulares de la comisión de víctimas y la comisión de derechos humanos.
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