HORIZONTES DE LA RAZÓN

“El orgullo de portar la bandera nacional” 

La primera transformación de la vida pública de México sucedió en 1810 y es identificada como el origen de la nación. En Dolores Hidalgo, Guanajuato, durante el mes de septiembre de ese año el cura Hidalgo y Costilla llamó a un levantamiento armado en contra de la ocupación de la corona española, de quien éramos colonia. Esta etapa de nuestra historia estuvo marcada por una fuerte extracción de nuestras riquezas, el arraigo de la religión católica como una de las claves para la dominación y el predominio social de las castas sobre la población originaria.  

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Aunque ninguna de estas situaciones fueron las que motivaron a los conspiradores a rebelarse frente a la Corona -más bien, con amor a España pretendían desmarcarse de la ocupación del trono de Fernando VII-, estos sí fueron los símbolos que con el paso del tiempo han ido robusteciendo la importancia y el sentimiento nacional. Según la historiadora Gisela von Wobeser los insurgentes de aquel entonces no dejaron registro sobre la composición de sus tropas, por ello no existe una precisión al respecto. A pesar de ello se sabe que los esfuerzos independentistas estuvieron nutridos entre otros héroes anónimos por indígenas de aproximadamente 30 años, que sostenían una familia y pagaban tributos (Von Wobeser, 2011). 

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La soberanía en la producción de la riqueza nacional, el triunfo del Estado laico y el reconocimiento a las culturas indígenas son tres de los diversos motivos por los cuales se hincha el corazón al participar en la conmemoración de la Independencia, mucho más cuando se trata de portar la bandera nacional. 

Hoy envío un saludo especial a todas las mexicanas y mexicanos que sienten su patria no solo por la tierra en la que nacieron sino por las luchas que nos han hecho llegar hasta aquí. Honremos nuestro pasado y abramos el camino del futuro con esta identidad mexicana que se nutre de historia, respeto, solidaridad y democracia.