Michael Onfray decía hace un tiempo en una entrevista: “en las microcomunidades construidas y vividas por individuos que buscan ante todo cambiarse a sí mismos y no tanto cambiar el orden del mundo (aunque sabemos que Descartes oponía estos dos objetivos). Personalmente pienso que “cambiarse” es contribuir a cambiar el orden del mundo. Creo en la ejemplaridad. Uno es, para sí, el eje en torno al cual se envuelve la vida de los otros. En este orden de ideas, desde que somos dos, ya nos encontramos ante una comunidad. Por eso la pareja es el primer módulo político, al cual le sigue la familia, sea cual sea su composición. Y las relaciones. Es como esos círculos que se forman cuando tiramos una piedra al agua. Esas comunidades nómadas forman esos círculos que son a su vez penetrados por otros”.
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Desde la tablilla de arcilla de los babilonios del s. VI a. C., pasando por la concepción geográfica del mundo de la Edad Media, los Pergaminos Asiáticos, los mapamundis de 1400, el portulano de Colón y el planisferio de Cantino, la necesidad del ser humano de explicarse y trazar una ruta de navegación para entender al mundo ha sido una de sus máximas preocupaciones. Quizá por ello, siempre nos mantenemos haciendo planes, creando metas, trazándonos un camino a donde conducir nuestra vida, nuestra historia.
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“La transparencia exige asimismo una tarea colectiva, que es la que permite participar, elegir y decidir, que es lo que propicia ver, y no tanto la presupuesta luminosidad de la existencia. No se trata solo de hacer algo visible, es cuestión de lograr ser capaz, de ser capaces, de ver. No es cuestión, sin embargo, únicamente de asistir al espectáculo de lo que, por fin, ya se deja ver. Ni de limitarnos a explicarlo o, en su caso, a enjuiciarlo críticamente. La verdadera consideración implica una consistente intervención. Y hasta tal punto, que solo con ella la contemplación no se reduce a pasiva asistencia a lo sucedido. La participación logra sus más fructíferos efectos cuando aborda no solo los hechos, sino que atiende a las condiciones de posibilidad de que se produzcan. Así, el ver no se limita a lo visto, sino que enfrenta lo que hace que venga a suceder. La tarea no es, por tanto, la titánica labor de un visionario, sino la realizada conjuntamente, con firme determinación, para que la claridad no sea una aparición sino el logro de una tarea minuciosa y pormenorizada, una resolución común y compartida”, esto que escribe Ángel Gabilondo Pujol es una gran oportunidad de coincidir en pensamiento de que desde que nacemos hasta que dejamos este plano existencial, uno, desde la individualidad, con el compromiso de ser corresponsables en lo que acontece en la comunidad donde nos situamos, tenemos el derecho y la obligación de contribuir, ya sea en pensamiento y/o acción, para poder hacer de este mundo un sitio mejor.