En un mundo cada vez más vertiginoso, experimentar sentimientos como miedo, angustia, inseguridad o ira suele ser más común y especialmente a partir de la pandemia se recrudecieron las sensaciones de malestar.
Hace unos días, tuve la oportunidad de presenciar la disertación del reconocido pedagogo español Rafael Bisquerra Alzina, importante precursor de la educación emocional, quien abordó el tema Bienestar emocional: Acompañamiento integral en el aula.
Y es que, al estar inmersos en el ambiente áulico, se advierte de inmediato que esta generación requiere de mayores esfuerzos y compromiso permanente para coadyuvar en la construcción de bienestar emocional tanto personal como de grupo, situación que compartimos, por ejemplo, en las academias.
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En el foro se habló del bienestar entendido en múltiples matices, puede ser material cuando satisface un deseo económico; el físico que se relaciona estrechamente con la salud; el social que tiene que ver con una inserción en ciertos grupos como la familia o amigos y disfrutar del tiempo libre o hobbies.
También está el bienestar laboral, cuando disfrutamos el trabajo y cubre nuestra expectativa; y en un punto igual de importante está el emocional, pues evoca a esa armonía que se logra con uno mismo y es un punto de equilibrio en la vida.
Es innegable que el bienestar emocional y el desarrollo académico van de la mano, las condiciones en el hogar y el entorno del estudiante son diversas, complejas y constituyen una realidad particular en la que las historias suelen ser de todo tipo e impactan en el alumno, también, de manera diversa y compleja.
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Para que el estudiante esté dispuesto al conocimiento, debe ser estable emocionalmente y es un punto en el que los especialistas como psicólogos, neurocientíficos, y educadores han puesto particular interés, pero no solo el estudiante, también en el maestro, ya lo decía Bisquerra, un docente con malestar no puede educar con calidad.
Se sabe de las adversidades, presiones, estrés y la lucha por cubrir necesidades primarias, pero es importante que alumnos y maestros estén dispuestos a fortalecer la disminución de cargas negativas, reconstruir confianza y fomentar la cultura del autocuidado, que, en gran medida, coadyuvará a un mejor desarrollo personal y, por ende, académico.
El también catedrático de la Universidad de Barcelona, es autor de numerosos libros y artículos sobre educación emocional, a manera de cierre, citó que llegar al bienestar emocional no es fácil, ni rápido, ni gratis; no hemos tenido una educación emocional institucionalizada, si contribuimos a lograrla, un mejor futuro es posible.
Desde luego que el tema no es reciente, se han puesto en marcha diversos programas para apoyar la generación de desarrollo emocional en el mundo, donde afortunadamente ya se culturiza esta práctica. Bien por la SEP Hidalgo que ahora impregna la posibilidad de enseñar con sentido humano, poniendo en el centro del proceso a la persona.
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