Cuando la naturaleza nos pasó la factura

No hay manera elegante de decirlo: Hidalgo se partió en dos. Cayeron casi 400 mililitros de lluvia en la zona serrana y medio estado se desconectó. Los cerros se desgajaron, las carreteras se reventaron y miles de personas quedaron atrapadas, aisladas, sin luz, sin comida y sin casa. Fue un golpe súbito, brutal. En cuestión de horas, un tercio del estado se quedó incomunicado.

Hoy hay tres puentes aéreos llevando víveres, más de 150 caminos todavía cerrados y equipos del Ejército, del gobierno estatal y de los municipios trabajando para reabrir rutas, rescatar comunidades y devolver algo de normalidad. Pero más allá de la emergencia, lo que deja este desastre es una lección que no podemos volver a ignorar: los fenómenos naturales son más agresivos con el cambio climático. Llegan de golpe, destruyen más, y cada vez dejan menos margen para reaccionar.

Ya no basta con emitir un comunicado ni con subir un post en redes sociales esperando que un algoritmo se apiade de priorizar la información. Se necesita una red de protección civil completamente distinta: con coordinación real entre municipios, con tecnología que funcione y con un sistema de alertas que no dependa de la buena voluntad de nadie. Aquí ya no hay margen para la improvisación ni para los discursos vacíos.

Las empresas tecnológicas tienen que estar en la mesa. Apple, Google, las telefónicas, los proveedores de datos: todos. No se trata de que donen celulares ni de que pongan su logo en los uniformes, sino de que construyan, junto con las autoridades, una red de comunicación de emergencia que pueda salvar vidas. Porque mientras una alerta tarde en llegar o una comunidad se quede sin señal, seguiremos enterrando personas.

Y no solo se trata de rediseñar la protección civil: también los presupuestos. Los recursos para prevención, infraestructura y mantenimiento ya no pueden ser el fondo que se recorta cada año. Los diputados locales y federales tienen que entender que esto no es un tema de política ni de coyuntura, sino de supervivencia. Invertir en caminos, drenaje, comunicaciones y equipos de rescate no es gasto: es seguro de vida para miles de familias.

Hoy no es momento de buscar culpables. Pero sí de asumir responsabilidades. Hidalgo necesita una planeación de futuro que entienda que los desastres ya no son “naturales”, sino el resultado directo de lo que no se hizo a tiempo.

Los ríos se desbordaron, los cerros se abrieron, y la tierra se nos vino encima. No por sorpresa, sino por costumbre. Y mientras sigamos reaccionando en lugar de prevenir, seguiremos pagando la misma factura, una y otra vez, con la moneda más cara: la vida de nuestra gente.

Off the récord

Miserables los que, en lugar de unir esfuerzos por mejorar las condiciones de vida, solo se ponen a sacar raja política de la tragedia.

La gran mayoría ni siquiera ha salido a donar.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *