Se dice fácil, pero la renuncia de José Antonio Rojo al PRI pone fin a una dinastía política que duró casi un siglo en la entidad.
El antecedente más lejano del denominado Grupo Huichapan fue Bartolomé Vargas Lugo, quien fue gobernador durante 1929 a 1933. Nacido en Tulancingo en 1890, Vargas Lugo fue de los fundadores del Partido Nacional Revolucionario (PNR), que después se convirtió en el PRI. Por eso, cuando nos referimos a los Rojo-Lugo, hablamos de los cimientos del partido que gobernó México durante siete décadas e Hidalgo durante más de 90 años.
El clan de los Rojo-Lugo produjo seis gobernadores en Hidalgo. Después de Bartolomé, el siguiente en la lista fue Javier Rojo Gómez (1937–1940), quien es considerado el jefe del grupo por la influencia que logró a nivel local y nacional en el priismo. Fue jefe del Departamento del Distrito Federal de 1940 a 1946 e incluso aspiró a la presidencia de la república al concluir su encargo en la hoy Ciudad de México.
De raíces agrarias, Rojo Gómez fue impulsado a la presidencia en 1946 por el grupo cardenista al interior del PRI. Esa raigambre agraria fue retomada por todos los cuadros emanados del Grupo Huichapan, hasta sus últimos sucesores: los hermanos Rojo García de Alba.
Eso lo entendió bien el hijo de Rojo Gómez, Jorge Rojo Lugo, quien primero fue gobernador interino en 1975 e inmediatamente después electo para el mismo cargo que concluyó hasta 1981. En una breve pausa de su mandato, fue también secretario de la Reforma Agraria con López Portillo, lo que consolidó su fuerza política local.
La dinastía continuó después con Adolfo Lugo Verduzco, quien fue gobernador de 1987 a 1993, aunque antes fue presidente nacional del PRI, en el sexenio de Miguel de la Madrid. El último del clan Rojo-Lugo en ser gobernador fue Humberto Lugo Gil, quien fue mandatario interino tras la salida anticipada de Jesús Murillo Karam, quien fue nombrado subsecretario de Seguridad Pública por el presidente Ernesto Zedillo.
Aunque fue prohijado por el Grupo Huichapan y en particular por Jorge Rojo Lugo, de quien fue secretario de Gobierno durante su administración, a Murillo Karam se le atribuye la decisión de marginar al clan Rojo-Lugo, pues con Lugo-Gil se cerró la línea sucesoria de la familia en el ejecutivo estatal.
Los últimos herederos de la dinastía, José Antonio y Jorge, obtuvieron cargos relevantes, pero ninguno cercano a la gubernatura del estado. Ambos fueron presidentes del PRI estatal , y fue José Antonio quien contendió en más de una ocasión en las primarias para la candidatura a gobernador. Incluso en alguna de esas contiendas desafió a la disciplina priista, acudiendo a registrarse cuando el delfín ya había sido inscrito con toda la cargada a su favor.
Pero a pesar de esa marginación, Rojo se mantuvo disciplinado y fiel al partido que construyeron sus antepasados.
Hoy, en plena debacle del PRI, tomó la decisión de “pausar” su militancia priista, lo cual fue interpretado como una renuncia diplomática, sin demasiados aspavientos, cuidando de no dañar demasiado al vetusto partido. Donde sí fue claro fue en manifestar su rechazo al actual dirigente nacional, Alejandro Moreno, a quien ve como un traidor por echar por la borda un principio fundamental del partido emanado de la Revolución Mexicana: la no reelección.
Mucho se especula sobre el futuro de José Antonio, a quien algunos ven como candidato en el partido Movimiento Ciudadano. Lo que no debe perderse de vista, es que su salida del PRI marca el final de una época, cuando podía presumirse que una sola familia gobernaba Hidalgo, bajo el cobijo del partido todopoderoso, que hoy está en vías de extinción.
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