En la vida de Edgar Zúñiga, un músico y percusionista mexicano, el arte no solo es su pasión, sino una herramienta para superar adversidades y construir su camino en el mundo de la música.
Desde el golpeo de botes en su infancia hasta su participación en la Orquesta Sinfónica del Estado de Hidalgo, su recorrido refleja perseverancia, amor por su arte y una conexión profunda con sus raíces.
Desde niño, Edgar mostró un interés innato por la música, especialmente por la percusión. Su primer acercamiento directo con un instrumento ocurrió a los 9 años, cuando los Reyes Magos le regalaron una batería.
A partir de ahí, comenzó a explorar su pasión en bandas locales de rock en su pueblo natal, La Paz, Estado de México, y posteriormente incursionó en géneros como la cumbia y música versátil, mostrando desde temprana edad una gran versatilidad musical.
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Aunque la música siempre fue su pasión, Edgar enfrentó momentos de incertidumbre sobre su futuro profesional. Durante su juventud, contempló seguir una carrera “tradicional”, como ingeniería o derecho, influenciado por el camino de sus familiares.
Sin embargo, un encuentro casual con percusionistas formados en el Conservatorio de Música marcó un antes y un después: descubrió que podía estudiar música profesionalmente.
Fue así como inició su formación en instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Instituto de Artes de Pachuca, donde no solo se especializó en percusión, sino que también exploró otras disciplinas artísticas como la danza aérea y la dramaturgia.
A lo largo de su carrera, Edgar transmitió por diversos géneros musicales, desde el rock y el funk hasta el jazz fusión, la música clásica orquestal y los ritmos latinos como el latin jazz y la salsa.
Actualmente, forma parte de la Orquesta Sinfónica del Estado de Hidalgo y de agrupaciones locales como Estrellas de la Rumba y Flor de Cacao, donde continúa explorando la riqueza de los ritmos afrolatinos.
No obstante, su trayectoria no estuvo exenta de desafíos. Uno de los momentos más significativos y difíciles de su vida ocurrió durante la pandemia de COVID-19, cuando perdió a su madre, quien siempre fue su principal apoyo y fuente de inspiración.
A pesar del duelo, Edgar encontró en la música una forma de honrar su memoria y continuar con las enseñanzas de fortaleza y dedicación que ella le inculcó.
“Mi mamá siempre decía: ‘Haz lo que te gusta y hazlo con pasión, porque no sabemos cuándo será la última vez que lo hagamos’. Esas palabras me dieron fuerza para seguir adelante”, compartió.
Para Edgar, la música no solo es una profesión, sino una forma de vida y un medio para transmitir emociones. A lo largo de su carrera, ha tenido la oportunidad de presentarse en reconocidos recintos como la Basílica de Guadalupe y la Sala Silvestre Revueltas en la Ciudad de México, además de participar en proyectos que combinan música y artes escénicas.
Entre ellos, destaca su colaboración en la musicalización de obras teatrales como “María Sabina y el misterio”, presentada en diversos escenarios de Pachuca y Puebla.
Cuando se le pregunta sobre su mensaje para las nuevas generaciones de músicos, Edgar enfatiza la importancia de la perseverancia y la autenticidad.
“Mi consejo es que sigan sus ilusiones y no dejen que los comentarios negativos los detengan. La música es una forma de expresarnos y, como cualquier profesión, merece respeto y dedicación. Cada quien tiene su propio ritmo, y lo importante es disfrutar el proceso y aprender de quienes ya han recorrido este camino”, señaló.
La historia de Edgar es un recordatorio de que el arte no solo es un medio para crear, sino también una herramienta para sanar, conectar y encontrar propósito.
Su vida es un ejemplo de cómo la pasión, el esfuerzo y el amor por lo que hacemos pueden superar cualquier adversidad.
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