LA ALTERNANCIA: COMPROMISO GENERACIONAL

Las y los hidalguenses asistimos hoy a un cambio histórico, final de un prolongado ciclo político y comienzo de una alternancia con dos únicos antecedentes: la conclusión del régimen porfiriano con la Constitución de 1921, norma legitimadora del posrevolucionario  y, con menos  intensidad pero similares efectos, el tránsito del Maximato callista al cardenismo, en 1937,  inicio aquel, del ciclo terminado este día.

El acontecimiento nos hace ser la generación de la alternancia.

En la modificación al estado de cosas,  hay un arco desde la euforia al escepticismo, de la disposición a la duda, del triunfalismo al deseo de fracaso. También del compromiso auténtico al oportunismo, de las buenas aportaciones a la construcción de obstáculos, del convencimiento pleno al descrédito prejuiciado, de la negación del pasado a la incertidumbre.

Así de variado es el espectro en la población hidalguense.

Si bien el cambio formal solo es del titular del Poder Ejecutivo, con sus alcances, posibilidades y limitaciones, las circunstancias de su realización marcan la enorme diferencia con los sexenios anteriores cuyas sucesiones fueron para el  mismo partido, lo cual en mínimo alteraba el ritmo de la vida pública. Fueron cambios de estilos y grupos, salvo la desaparición de Poderes decretada por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, en 1975, un viraje dentro del mismo carril.

Después de ese importante quiebre y hasta el gobierno dividido  por las elecciones legislativas de 2018, empatadas con las federales, el modelo instalado por el partido mayoritario no tuvo mayores alteraciones.

La primera legislatura de oposición fue intrascendente, salvo los despropósitos con su momento cumbre cuando el propio grupo parlamentario mayoritario hizo la petición suicida de la Desaparición de Poderes. Fue la negación de la  democracia, la declinación de la política,  el desprecio al mandato en las urnas otorgante de la  representación popular, el absurdo.

Hoy entramos en otra alternancia. A diferencia de aquella, será con gobierno y parlamento de igual signo. Eso ofrece dos vías para objetivos de superior calado: el Ejecutivo tendrá todas las  posibilidades de modificar el marco normativo para realizar su proyecto; en tanto, la administración pública podrá evolucionar más rápidamente con la adecuación legislativa. La oportunidad se presenta óptima.

El desafío está en ambos espacios de poder: la altura de miras. Legislativo y gobierno tienen condiciones de  producir el éxito mediante una visión armónica y complementaria, a partir del sistema de pesos y contrapesos. El ganador será el pueblo hidalguense,  también llamado a participar en este novísimo ciclo generado por decisión ciudadanía.

Personas e instituciones debemos aportar a esta oportunidad única, incluida una oposición seria, responsable de construir los nuevos equilibrios políticos.

Como profesional del derecho apuesto a la modernización del orden jurídico, asegurar derechos, modernizar y fortalecer instituciones, particularmente las de justicia.

Como ciudadano me entusiasma un gobierno abierto, con los tres elementos característicos del modelo: transparencia, rendición de cuentas e integridad; participación y, colaboración e innovación.

Desde este 5 de septiembre asumámonos en los hechos, todas y todos, personal e institucionalmente,  con imaginación, compromiso y civilidad, la generación de la alternancia hidalguense del siglo XXI. No desperdiciemos una conveniencia irrepetible.