Ya vamos a entrar a esa bonita época del año en que tenemos que pensar en los regalos de Navidad. Cuando tenemos un cariño especial por la persona a la que le vamos a regalar algo la búsqueda resulta divertida pero el asunto se complica cuando tenemos que darle un regalo a alguien que en una de esas ni conocemos, no es lo mismo que le regale algo a mi pareja que a Carlitos el del cubículo donde todo el día suena reguetón y por eso nunca me acerco.
Estaba pensando en esto mientras veía La Casa Gucci, en la película hay una escena en donde Maurizio le da un regalo a Patrizia, su esposa, y ella pone cara de decepción al recibirlo, parecía que Maurizio, debido ya a su desinterés por ella, pasó a un Oxxo a comprarlo. Ese mismo día recordé también otra escena similar de Realmente Amor en donde Harry compra una joya, la esposa la encuentra antes de Navidad, pero en realidad la joya era para su amante, tremenda decepción se llevó Karen cuando lo que recibió en la Navidad fue un disco.
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¿Qué tenían que haber regalado este par de esposos desganados a sus esposas para tenerlas contentas? Dinero. La Economía del Comportamiento nos dice que el regalo más eficiente es el dinero y esto es porque es el regalo que no puede ser devaluado por la persona que lo recibe.
Cuando uno recibe un regalo pueden pasar dos cosas: una es que de verdad se reciba algo que se quiera y la otra es que suceda lo contrario, que se reciba algo que no se quiera, algo inútil o que no guste, que suceda lo segundo es de lo más común. Cuando uno compra algo para uno mismo eso que se compra se valora más que lo que cuesta y esto crea valor. En cambio, cuando uno recibe un regalo que no quiere, sucede lo contrario, uno le dará un valor menor a lo que costó. Aquí se destruye valor.
Pero que el dinero sea lo más eficiente no quiere decir que sea lo más conveniente, cuando a la persona se le quiere o se tiene una relación especial con ella corremos el riesgo de mandar el mensaje de “me importas poco”. La eficiencia y el amor a veces no se llevan. En cambio cuando mandar un mensaje no nos importa, ya sea porque no tenemos una relación cercana con la persona o porque después de tres tequilas dijiste que sí le entrabas al intercambio de la oficina y ya estás arrepentido, el dinero es un buen regalo ya que teniendo el dinero en mano uno tienen más incentivos para escoger con mucho más cuidado eso que uno se va a regalar, nadie conoce más nuestras necesidades, gustos y preferencias que nosotros mismos. Nadie sabe más cómo maximizar la propia felicidad de uno que uno.
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Por medio de la acción de regalar, una persona provee de información a otra persona que de otra forma le sería muy difícil conseguir. Al regalar algo a otra persona se revelan intenciones y también se revela parte de nuestra personalidad. Con un regalo podemos decir qué buscamos, cuánto queremos eso que buscamos y si somos cuidadosos o no, activos, flojos, divertidos, serios, espléndidos, tacaños o cualquier otro rasgo de nuestra personalidad.
No es sólo un asunto sentimental, Joel Waldfogel, un economista de la Universidad de Minnesota, encontró que en promedio la gente gasta por estas fechas en EEUU $50 dólares en regalos y la gente que recibe el regalo lo valora en $40 dólares. Es decir, se desperdicia el 20% del valor. En este sentido, en EEUU se desperdician entre 18 mil millones y 20 mil millones de dólares cada año en regalos de Navidad.
Entonces, aunque el dinero sea el regalo más eficiente, tal vez no parezca una buena idea si se quiere decir algo con el regalo. Al menos, claro, que a la persona a la que le regalen dinero sea un economista, ellos estarán encantados siempre.
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