La leyenda de la llorona de Chimalpa

Jesús había salido de una fiesta y andaba algo ebrio por beber mucho ponche con aguardiente.

Su hermano le gritaba:
— ¡Jesús, espérame pues, deja me despido de mi novia la Jacinta!
—No, ahí me alcanzas, me voy por el jagüey.

Iba canturreando mientras caminaba por la orilla del jagüey, cuando, a lo lejos entre los árboles vio a una muchacha con vestido blanco, cabello largo y negro. Como Jesús era muy enamoradizo, corrió para alcanzarla, pero la perdió de vista.

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Regresó hacia el camino, de repente volvió a verla, esta vez caminando en la orilla del jagüey, con el alumbrar de la luna, alcanzó a ver que la muchacha estaba flotando, la mujer se miraba en el agua, entonces soltó un lamento de dolor, tenía su cara deforme y su vestido manchando de sangre.

Jesús corrió hacia su casa, pero aquel espectro lo alcanzó, le puso la palma de la mano en el pecho y él se desmayó.

Su hermano Ramón lo buscó, lo encontró al amanecer, inconsciente encima de un maguey, estaba delgado como si no hubiera comido en días, en la espalda traía rasguños, y un semblante amarillo.

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Durante semanas a Jesús lo revisaron varios doctores, ninguno podía decir qué enfermedad tenía, mucho menos cómo curarlo.

Después de esa noche, Jesús jamás se recuperó, tuvo que vivir con la maldición de la llorona.

Fuente: “Allá por mi pueblo cuentan…”


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