En mi pasada entrega reflexionaba sobre la posibilidad de que nuestra creciente agresión al medio ambiente nos llevara a un colapso ecológico donde la existencia humana fuera inviable y la tierra siguiera su marcha sin nosotros; tal vez para algunos sea solo una visión apocalíptica que no merece mayor atención, mientras que para otros se convierta en una legítima preocupación que los mueva a la pasiva resignación o los impele a realizar acciones responsables con un optimismo razonado, buscando otras maneras de vivir que abonen a detener el llamado cambio climático.
A nivel macro, los acuerdos de París y la agenda 2030 de las Naciones Unidas, implican que prácticamente todos los niveles de poder público mundial lleven a cabo acciones transversales que permitan un desarrollo más sustentable. Bajo la premisa de que es un problema común y de que todos estamos en el mismo barco, cada nación tiene que cumplir sus propios compromisos, para entre otros indicadores, bajar drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, partiendo de la premisa de que son los llamados países más desarrollados quienes en general más han contribuido a la actual crisis ambiental, mientras que los países en desarrollo lo han hecho en una cantidad mucho menor. Sin embargo, se requiere que todos participemos en la disminución de dichas emisiones.
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La CEPAL propone que la respuesta común incluye balancear el desarrollo económico, el bienestar social, la respuesta al cambio climático y gestionar adecuadamente el problema de la migración. En el tema de bienestar social cobra vital importancia la inclusión laboral y social, el aprendizaje de habilidades para la vida, el cuidado a la niñez que les permita un desarrollo integral, planes de salud para todos a lo largo de la vida y erradicar y prevenir las mil caras de la violencia.
Detener el cambio climático nos obligará a ir cambiando nuestro estilo de vida y en muchos casos a disminuir drásticamente el nivel de consumo. Los humanos, desde que aparecimos en la tierra, aprendimos a tomar de la naturaleza todo aquello que nos era útil, desde la fruta arrancada del árbol hasta la destrucción de las montañas buscando minerales y la inmersión a las profundidades de la tierra y el mar para extraer hidrocarburos; por muchos milenios así fue, un tomar, coger, arrebatarle a la naturaleza todo aquello que nos permitiera satisfacer necesidades, deseos y apetitos. Hoy, con sorpresa vemos que las conductas anteriores han destruido gran parte de la capacidad de la tierra para regenerarse y mantener su equilibrio entre lo que puede brindarnos y lo que le arrancamos. Para la especie humana actuar como depredadores ha sido lo “normal”, ahora estamos empezando a pagar el precio de nuestro abuso y si queremos que el planeta sea viable para nosotros y las próximas generaciones tenemos que aprender a convertirnos en sanadores, regeneradores de la naturaleza.
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A nivel individual es mucho lo que podemos aportar,
Lo primero podría ser cambiar nuestra mentalidad y actitud al respecto del problema que nos ocupa, luego iniciar o profundizar una larga lista de acciones: hacernos responsables del cuidado de nuestra salud, realizar ejercicio cotidianamente, atender nuestra salud mental, aprender a meditar, tener un mayor contacto con la naturaleza, fomentar en los niños el amor por el bosque, lagos, montañas, animales; cuidar el agua, reciclar, evitar plásticos de un solo uso, llenar de plantas los espacios libres en nuestras casas, plantar árboles en cualquier espacio disponible, restaurar pequeños espacios de tierra degradada, generar menores cantidades de basura, comer más alimentos de origen vegetal, participar en la vida política y exigir a nuestros gobernantes planes de desarrollo sustentables. Es importante renunciar a ser visto y etiquetado solo como un consumidor y asumirme plenamente como ciudadano, dejar atrás la visión de comportarme como “hombre marca” pretendiendo que mi valor humano está relacionado con la marca de la ropa, utensilios o carros que compro, aprender que la felicidad no está en las cosas que poseo por muy valiosas que sean. Aprender a recolectar agua de lluvia, renunciar al despilfarro de recursos en la vida cotidiana; buscar estrategias para mejorar las condiciones de vida de las personas que colaboran con nosotros, erradicar la violencia de genero en cada uno de nuestros hogares y fomentar la equidad de género. En fin, aceptar que nuestro estilo actual de vida nos tiene al borde del precipicio existencial y actuar en consecuencia reaprendiendo a reconciliarnos con la naturaleza, de la que somos parte, no amos.
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