Y a nosotros qué

Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América han ocupado durante los meses recientes todos los espacios mediáticos, de análisis periodístico, académico, financiero, político y sociológico. Su relevancia, incluso en medio de la pandemia de elevado costo en el país del norte, no demeritó su permanencia y conforme se acercó a la fecha de los comicios acrecentó las expectativas de su final, incluidos el primer debate de los candidatos y el contagio del presidente postulado a la reelección. Presentes las encuestas, también contribuyeron a esa peculiar atmósfera que precede a un proceso de tamaña importancia.

Y es que la elección del presidente norteamericano –hasta ahora únicamente han ocupado el cargo varones-  produce una ola expansiva igual que la generada por una piedra arrojada al lago. Para nadie queda duda de su impacto en la antípoda de Washington y los múltiples efectos en todo el planeta.  

El sistema electoral en sí mismo presenta un funcionamiento que llega a ser  inentendible, por ejemplo: la derrota de quien obtuvo el mayor número de votos pero no los necesarios que cada estado tiene asignados; el conteo de papeletas durante semanas y un poselectoral resuelto jurídicamente en la Suprema Corte, contrastan con los resultados conocidos apenas horas después de cerradas las casillas, como sucede en nuestro país donde legislación y métodos son barrocos, por decir lo menos.

Es el caso que nuestra colindancia geográfica, mayor a los tres mil kilómetros de frontera,  aumenta los efectos expansivos; si añadimos la convivencia de los estados fronterizos con sus respectivos miles de cruces personales diarios, nuestra condición de socios comerciales ahora en el T-MEC,  y los flujos  migratorios de origen y destino, estamos en una circunstancia que rebasa la mera relación binacional y se desarrolla con un  día a día  de gran diversidad, y tensión permanente por lo que significa esta vecindad para las Américas.

Ante las debilidades de la gobernanza global frente a la vertiginosidad de los cambios, cobran relevancia las prioridades locales cuya valoración debe sustentarse en una visión más amplia de lo regional; entonces es evidente que una elección como la norteamericana reciente sí importa en estas latitudes cercanas pues, más allá de lo anecdótico, los efectos se dejarán sentir y quizá más pronto de lo previsto.

Problemas como el fenómeno migratorio, determinante para las entidades expulsoras,  merecen un tratamiento conforme las políticas de los países de destino. Ilustrado en lenguaje más claro: las decisiones de política migratoria, incluido el muro limítrofe, que establezca la  nueva administración en la Casa Blanca tendrá repercusiones en el Valle del Mezquital.

En el aspecto económico, la sociedad comercial con los vecinos del norte también impactará en las microeconomías: la planta productiva de cada región prosperará o se estancará según las políticas impositivas de los gobiernos que regulen el consumo, igual que influirán las condiciones laborales.

Medio ambiente, ciencia y tecnología, seguridad, y en general todo lo susceptible de ser inscrito en la cooperación internacional, tendrá que replantearse en clave del multilateralismo que ya adelantó la futura administración norteamericana con el gobierno de Canadá en el anuncio sobre cambio climático y Covid 19.

En su libro Estados Unidos: en la intimidad y a la distancia (Debate, 2020),  Jorge Castañeda señala que México nunca puede ignorar lo que sucede al norte de su frontera. Oportuno añadir que además del conocimiento, percepción y decisiones del Estado mexicano, responsabilidad del presidente, la cancillería y el Senado de la República, cuenta la presencia de las entidades federativas, ahí están las comunidades, instituciones, empresas, colectivos e individuos en quienes puede impactar el  ahora discutido resultado electoral.

Evidente la importancia de una agenda local de lo global que inscriba prioridades y oportunidades, proyectos conjuntos, colaboraciones viables e intercambios estratégicos; una diplomacia sin protocolos y de mayor efectividad, desde alcaldías y gobiernos estaduales que provean su inserción en  mercados,  proyectos,  financiamientos y conocimiento. Y también prevea adversidades y desencuentros, según observó casi cuatro décadas atrás Alan Riding en Vecinos distantes  (Joaquín Mortiz/Planeta, 1985): Probablemente en ningún lugar del mundo dos vecinos se entiendan tan poco.   

Por eso a nosotros sí nos debe importar.

*Presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Hidalgo.


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