Hace unos días la diputada federal Carolina Viggiano se manifestó contra el plan del presidente Andrés Manuel López Obrador que busca garantizar agua para la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) que hoy se encuentra en crisis por la sequía que azota a prácticamente todo el territorio nacional.
Mediante mensajes difundidos en sus redes sociales, la aspirante priista al Senado de la República anunció que presentará un exhorto a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en la Cámara de Diputados “para exigir que se detengan los estudios para perforar, extraer y llevarse el agua de los hidalguenses en beneficio de otros estados”.
La excandidata a gobernadora argumenta que “en Hidalgo también tenemos sequías y escasez”, y advierte que “no seremos más el patio trasero de la CDMX”.
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Al analizar la postura de la también exsecretaria general del PRI se puede afirmar que, lejos de tener asidero en la realidad, Viggiano sólo busca atraer los reflectores en tiempos electorales, pues es contraria a la forma en que, por ley, se aprovecha el agua en nuestro país.
Si las propuestas de Viggiano salieran adelante, lo único que lograría la originaria de Tepehuacán de Guerrero es balcanizar el aprovechamiento del agua que no pertenece a los estados, sino a la nación, de acuerdo con el artículo 27 constitucional.
Y, por otra parte, si su lógica se aplicara, hace muchos años que la Ciudad de México se hubiera quedado sin agua potable.
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Si uno revisa brevemente la historia de la Ciudad de México, es posible encontrar que, desde la época colonial, se han construido acueductos para abastecer de agua a la población. En el virreinato, el líquido se conducía desde los pueblos cercanos hasta lo que en ese entonces era la ciudad y que hoy conocemos como el Centro Histórico.
Hoy día todavía quedan vestigios, fragmentos de algunos arcos que eran parte de un acueducto que es posible apreciar sobre la céntrica avenida Chapultepec, y que son testimonio de cómo desde aquellos tiempos se tuvieron que hacer grandes obras para traer agua de donde estuviera disponible.
Y en ese entonces, el agua se encontraba en las lejanas lomas de Chapultepec, y después hasta los pueblos de Santa Fe y Cuajimalpa.
La sed de la Ciudad de México siempre se ha saciado de esa manera, mediante la importación del líquido de lugares cada vez más lejanos. El sistema Lerma-Cutzamala no es otra cosa que un sistema de presas establecidas desde el Estado de México y que llegan hasta Michoacán.
Hidalgo también ha aportado agua a la capital del país desde hace décadas. Hoy en día la entidad es parte del Plan de Acción Inmediata (PAI), que es un sistema de pozos y acueductos que comenzó a operar en 1974 y que se encuentra en el sur de la entidad, entre Tizayuca y la capital del estado.
Es absurdo proponer que la entidad se atrinchere, porque eso significaría empezar una guerra por el agua que a nadie le conviene y que además es contraria a la Constitución. Lo que resulta necesario es establecer un plan en el que la entidad también se vea beneficiada con la nueva infraestructura que se pretende construir para extraer el agua que, por cierto, se ha ido infiltrando a lo largo de los siglos precisamente por el trasvase de una cuenca a otra.
Adendum. En medio del estira y afloja de las candidaturas en este proceso electoral 2024, me compartieron una encuesta levantada por la consultora Territorial, en la que en el municipio de Tezontepec de Aldama Tania Porras logró 45.3% de las preferencias ciudadanas entre las posibles candidatas del partido guinda, lejos de su más cercana contendiente, Josefina Serrano (22.7%). Ya faltan menos días para que se devele el misterio respecto a quienes protagonizarán la lucha por las 84 alcaldías.