En unas horas cruzaremos el umbral del año que nos situará en la segunda década del siglo XXI. En el paso a dar hay dolor desánimo e incertidumbre, después de un 2020 marcado irremediablemente por la muerte. La humanidad está herida, sufre daños visibles y otros anunciados que cobrarán factura a mediano y largo plazos.
Como tantas vidas hay mucho más que concluyó su ciclo cuando nadie lo imaginaba ni esperaba: acendradas costumbres de todo tipo, posibilidades económicas, formas de comunicación y comerciales, medidas de seguridad y tanto más de lo que ya nos percataremos no sin reticencias, desagrado, rabia y tristeza. Las ausencias pesarán en lo íntimo tanto como en lo colectivo.
Con pesimismo se advierte un panorama que se antoja desolador y pocas opciones para enfrentarlo: dejarnos avasallar por el embate sin fecha de conclusión, una; otra, enfrentarlo con ánimo, imaginación y coraje suficientes hasta remontarlo de la mejor manera posible.
Cerremos la etapa con el fin de año; conviene desechar, aunque sea simbólicamente como lo hacemos cada Nochevieja, el equipaje negativo y renovar la esperanza en un siguiente mejor. Este es tiempo para que empecemos a ver hacia adelante.
Si aceptamos, con objetividad, que el primer día de 2021 la crisis sanitaria permanecerá, cuando menos podremos asumir otra actitud para resolverla en lo personal y lo comunitario. No evadamos la irresponsabilidad generalizada exhibida en las semanas recientes. Será un buen punto de partida.
La experiencia de los meses transcurridos en medio de la emergencia ayudará al diseño de la actividad inmediata. Servirá también para rescatar todo lo positivo que nos ha dejado personal, familiar y socialmente. Es ineludible reinventarnos.
Beneficia recuperar esos resultados, a veces imperceptibles, que el trance produjo, para hacerlo inversión y aprovechar avances importantes, quizá programados para más adelante pero adelantados por la circunstancia de apuro.
Casos concretos de ese vuelco apresurado: el uso de tecnología en las instituciones, el trabajo en casa y el comercio en línea. Ejemplos de modificaciones retardadas por ignorancia, desinterés, comodidad o, cómoda resistencia al cambio. Por falta de visión, sin duda.
Instituciones centenarias como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1833) y la Academia Mexicana de la Lengua (1854) donde la condición generacional es determinante, se atrevieron a dar el paso y ahora se desarrollan en el espacio virtual. Probadas las ventajas –llegar a una impensable audiencia por ejemplo-, difícilmente darán marcha atrás.
Mucho más complicaciones tiene el sistema educativo. Su problema no es el uso de los medios tecnológicos, si la conectividad en las diversas regiones, el acceso a los dispositivos, el diseño de los programas en ese modelo y las técnicas para la efectiva trasmisión del conocimiento en la población destinataria de la educación básica.
Igual sucedió con los procedimientos de gestión tradicionalmente presencial como los de procuración e impartición de justicia: las instituciones responsables aceleraron sus mecanismos virtuales lo que desveló carencias y generó nuevos paradigmas. Entre las primeras, insuficiencia de equipos y práctica. De los otros en el ejercicio profesional de la abogacía al cual impactó de varias maneras. Seguirá la actualización legislativa.
Las soluciones han sido forzadas, aceleradas, por lo mismo no siempre las mejores; de muchas se corrigieron sus fallas o se perfeccionaron en la misma aplicación. Otras, audaces tanto como efectivas, tuvieron que adaptarse a una normatividad donde no estaban previstas. Fue un reto a la inventiva jurídica que trajo otras alternativas. Y desde luego, no podía evitarse, las hubo fallidas. Lo importante es que obtuvimos otras experiencias.
El problema se hizo oportunidad. De ahí proyectos y programas planeados en toda forma para atender prioridades colaterales como la reactivación económica.
Habrá también procesos políticos sometidos a revisión ante la calamidad que no respetó fronteras. Igual en lo regional, lo nacional y lo global, en lo público y lo privado.
En lo inmediato es necesario advertir la agenda a corto plazo para la toma de decisiones. Las elecciones del próximo 6 de junio, apenas dentro de seis meses, obligan a valorar su realización. En el mejor de los escenarios, aún con secuelas de la pandemia y, es lo deseable, en el proceso de vacunación. Entendamos la trascendencia de ese proceso electoral que ya está en marcha.
Ganancia y rumbo: una reconfiguración en el discurso y los hechos de los respectivos compromisos en los órdenes federal y estadual conforme a nuestro modelo constitucional.
Bienvenido 2021.
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