ENRIQUE RIVAS

Vacuna lingüística

Antes no se acostumbraba elegir una palabra clave de uso multitudinario para caracterizar a un año que termina, práctica que en el mundo de la cultura globalizada se ha puesto de moda de poco tiempo a la fecha. En el recién librado 2021 fue vacuna, como seleccionó la Asociación de Academias de la Lengua Española, o vax, para significar también la acción de vacunarse contra el covid, como estableció el Oxford English Dictionary. “Este es un ejercicio que me parece un poco lúdico —declaró en entrevista Gonzalo Celorio, director de la institución mexicana—; pero no deja de ser representativo de la problemática social, cultural o lingüística que prevalece en un determinado periodo.”

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Me queda la duda si tal palabra de verdad resume los 364 días anteriores o más bien sustituye a los propósitos ilusos que suelen hacerse cada 31 de diciembre. O peor, aunque hasta hace un par de años se antojaba inimaginable una actitud así, refleja de igual modo el rechazo irracional de mucha gente a aplicarse la vacuna. O quizá igualmente expresa la indefensión en que se halla, al menos en nuestro país, el sector infantil de la población, relegado del piquetito defensivo por criterios más políticos que científicos. O acaso también retrata la injusticia social que en materia de salud priva en algunas naciones donde, ante la carencia de un sistema de seguridad pública, vacunarse es un acto privado bastante oneroso (como en República Checa, hogar de mi hija Minerva, quien sigue a la expectativa de que un día se le otorgue ese derecho, si no de forma gratuita, al menos a costo más accesible).

Ojalá hubiera asimismo una vacuna contra la verborrea y la palabrería, amas y señoras del espectro discursivo actual. El problema no se limita a que nuestra habla está peor que antaño de enferma, escasa de oxígeno, entubada en una asfixiante cámara de pobreza semántica, caos ortográfico-gramatical y valemadrismo en la puntuación, sino llagada por la agresividad, el encono, el escarnio, el juicio sumario, el veredicto sin piedad, la guillotina. A la menor provocación. Bajo cualquier pretexto. Desde todos los frentes, cuantimás en las ubicuas redes sociales. Al amparo del seudónimo críptico o el anonimato comodino. Impune ante su criminalidad.

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¿Dije valemadrismo?… Por coincidencia, esta palabra tan mexicana, tan rotunda, tan expresiva de la idiosincrasia nacional, también pasó lista de presente en el 21. Si en épocas anteriores alguien tenía miedo de soltarla en público para no herir la susceptible piel de las personas mojigatas, ahora puede justificarse por usarla cuando le venga en gana: la RAE (por antonomasia, la Academia) al fin le dio cabida en su DRAE (por antonomasia, el Diccionario). Bienvenida. Una de picante cal por las tantas de arena y lodo que infestan el lenguaje nuestro de cada día.

La vacuna nos dio su palabra de que en el 2022 podrá y deberá aplicarse menos el valemadrismo que imperó durante el 2021. Ojalá la cumpla. Como decimos, no exentos de ironía, en México: sea por Dios, venga más y dónde echarla.


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