Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder, parece que la oposición no ha logrado comprender el cambio de paradigma que vive México y, por ende, el mundo. Se aferran a un pasado que muchos de ellos recuerdan como idílico, un tiempo en el que los privilegios eran la norma para unos pocos mientras la clase trabajadora seguía siendo la gran olvidada.
Este desajuste en la comprensión de la realidad actual lleva a la oposición a imaginar que México debe permanecer anclado en un sistema de castas, donde los adjetivos peyorativos abundan para aquellos que viven en estratos sociales diferentes o que pertenecen a minorías fuera del establishment. Estas actitudes no solo son retrógradas, sino que también revelan una desconexión profunda con las necesidades y aspiraciones de la mayoría de la población.
Lo curioso del caso es que, en su afán de oposición, los argumentos que se levantan contra el actual gobierno no suelen ser propuestas pensadas o planes de acción bien articulados. Más bien, parecen ser reacciones a estrategias delineadas desde Palacio Nacional, enfocadas más en crear conflictos con personas o instituciones que, en realidad, no tienen posibilidad alguna de aparecer en las boletas electorales.
Después de seis años en esta dinámica, un número significativo de intelectuales, periodistas, activistas y ciudadanos ha decidido abandonar la máscara de la objetividad y neutralidad para asumir abiertamente su descontento con el gobierno actual. Curiosamente, muchos de ellos parecen preferir un retorno al “PRIAN”, añorando esos días de privilegios, aunque esto signifique ignorar las necesidades de la mayoría.
Lo que estos sectores no parecen entender es que una gran parte de la población en México, especialmente la clase obrera, percibe una mejora en su situación económica y siente que, finalmente, es escuchada y representada. Este sentir es evidente y se refleja en las encuestas, que pronostican un mal resultado para la oposición en las próximas elecciones.
Con las elecciones a menos de dos semanas, será interesante ver cómo se mueven los números. Pero si algo han mostrado las tendencias hasta ahora es que la oposición podría estar a punto de perder no solo su influencia, sino también lo que le queda de credibilidad ante un electorado que ya no parece interesado en volver atrás. La pregunta para la oposición entonces no es solo por qué no entienden el cambio, sino si algún día estarán dispuestos a aceptarlo.