No habían pasado ni dos meses del arranque de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador cuando el País vivió la primera gran tragedia de la llamada Cuarta Transformación: la explosión de un poliducto de Pemex que previamente fue pinchado y era ordeñado por cientos de pobladores de Tlahuelilpan, Hidalgo.
Las imágenes de ese terrorífico momento quedaron grabadas en la mente de todos: hombres, mujeres y niños, bañados por una gran fuente de petróleo, que luego se transformó en una alberca de donde tomaban a cubetadas el carburante y minutos después se convirtió literalmente en un infierno: el saldo final fue de 137 muertos. La nueva administración dijo tomar cartas en el asunto y echó a andar un operativo con agentes de la Guardia Nacional y militares para cuidar los ductos, cerró las llaves de los mismos para evitar la extracción ilegal y compró cientos de pipas para llevar el producto a su destino final. Muerto el poliducto se acabó laordeña, fue la lógica.
Han pasado 27 meses desde esa terrible tragedia y el robo de combustible no terminó. El crimen organizado se reorganizó y encontró una nueva veta para su lucrativo negocio: el robo de gas. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Distribuidores de Gas Licuado y Empresas Conexas (Amegas) en 2018 hubo 12 mil 581 tomas clandestinas, que subieron en 2019 a 13 mil 136 y el año pasado el guachigas provocó 23 mil tomas clandestinas.
En los tres primeros meses de este año la situación no ha cambiado. El robo de gas es una constante. Pero a diferencia de Tlahuelilpan, Hidalgo, lo que ocurre ahora es mucho más grave no solo por la sangría que se le provoca al erario y a las empresas legales que se dedican a la venta de este producto. Lo grave radica en las vidas humanas que están en juego, decenas o cientos de ellas sin tener idea de lo que pasa en su entorno.
El Estado de México en particular se ha convertido en una auténtica bomba de tiempo. Los ejemplos abundan. Los reporteros Gerardo Miranda e Isabel Blancas, de La Jornada Estado de México, dieron cuenta en la semana que recién concluyó de tres predios ubicados en colonias de Ecatepec, Almoloya de Juárez y Toluca, donde el crimen organizado almacenaba bidones y cilindros de gran capacidad para almacenar gasolina y gas LP.
Uno de esos predios, el de Ecatepec, fue desde donde se originó una fuga de gas, por una ordeña mal operada, que las autoridades tardaron hasta 48 horas en ubicar y que por momentos, de acuerdo con reportes de la Conagua, provocaron alta explosividad en lumbreras del Túnel Emisor Oriente debido al gas acumulado a la intemperie.
Nadie quiere otro Tlahuelilpan, nadie quiere un nuevo San Juanico. Las estadísticas respecto al robo de gas LP no disminuyen y más vale que las autoridades federales y estatales redoblen esfuerzos para combatir y castigar con verdadera efectividad este delito, pero particularmente para no volver a vivir una tragedia humana. Están a tiempo de desactivar esa bomba.
POR SI ANDABA CON EL PENDIENTE
Nicole, Victoria, Alexia, Andrea. Los nombres de víctimas de feminicidio se siguen acumulando y la respuesta desgraciadamente es la misma: Impunidad. Sus agresores siguen sin castigo.
Comentarios: migueles2000@hotmail.com y miguel.perez@estadodemexico.jornada.com.mx
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