Las autoridades universitarias han recurrido a una añeja práctica para contener cualquier intento de protesta de sus estudiantes cuando reclaman freno a los abusos y democracia interna: la división de los manifestantes. Eso hizo con los alumnos del Instituto de Artes, para llevar a unos a clases y dejar a otros con su paro de actividades iniciado desde octubre pasado.
Peor aún, para contener cualquier intento de inconformidad, ha recurrido a prácticas porriles, como el uso de sus propios alumnos, a los que ha cooptado mediante su integración al Consejo Estudiantil Universitario (CEU), y al de los cuerpos de seguridad interna para reprimir violentamente a jóvenes y padres de familia que el 19 de septiembre intentaron ingresar a la sede de la rectoría, que se ubica en el centro de la capital hidalguense.
Esos alumnos golpeadores de sus propios compañeros fueron encabezados, nada más y nada menos que por el presidente del CEU, Esteban Rodríguez Dávila, el mismo que ha prolongado su dirigencia más allá de lo establecido inicialmente, con el argumento de que no ha habido relevo por la pandemia.
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Y es el mismo que fue citado a declarar por el altercado del 19 de septiembre y a media audiencia simplemente se fue y no volvió, para luego acusar a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo (PGJEH) de persecución en su contra.
Pero las malas prácticas y los malos ejemplos para el estudiantado universitario, no paran ahí, pues ahora nos enteramos de que la UAEH, adeuda 32 millones de pesos a la Comisión de Agua y Alcantarillado de Servicios Intermunicipales (CAASIM), y en lugar de pagar su adeudo, prefirió ampararse.
La UAEH es la institución más grande del estado y consecuentemente la más importante, encargada de forjar a los nuevos profesionistas de nuestro estado, personas críticas, con valores y comprometidos con la sociedad a la que brindarán sus servicios profesionales. Gente de bien, pues.
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Pero los ejemplos que dan las autoridades universitarias, encabezadas por el rector Octavio Acosta Castillo, nada tienen de buenas y sí en cambio parecen seguir tolerando e impulsando actos porriles, violación a las leyes y, sobre todo, negando derechos a lo que es la razón de ser de la universidad: los estudiantes, quienes lo único que demandan es transparencia, democracia y freno a los abusos de sus catedráticos y directivos.
Ni siquiera les han permitido soñar en un cambio de fondo en la vida interna de la UAEH, que pasaría necesariamente por erradicar al grupo que se han enquistado desde hace más de cuatro décadas y es promotor desde entonces, de esas malas prácticas que hoy dañan el prestigio de la universidad.
Mientras el Grupo Universidad siga controlando la vida interna de la UAEH, nada cambiará y si no son los propios alumnos quienes generen los cambios que demanda la institución, así seguiremos por mucho tiempo más.
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