Personaje que ha provocado controversias, hoy se puede afirmar que el republicano Donald Trump, casi establecido como candidato a la presidencia de Estados Unidos, tuvo de su lado buena fortuna, y por milímetros salvó su vida cuando una bala con destino mortal apenas arañó su oreja derecha, dejando como testigo hilo minúsculo de sangre.
Esto durante acto de campaña en Butler, Pensilvania, que asombró, a Norteamérica y a todo el mundo. El presunto responsable, Thomas Matthew Crooks, de 20 años y residente en Bethel Park, también Pensilvania, según primeros informes, disparó un rifle, desde una posición adecuada, en una granja agrícola, a 120 metros del templete en donde se encontraba Trump.
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Se infiere que accionó el gatillo cinco ocasiones, que provocaron la muerte de un asistente y a ot dos más heridos de gravedad. Matthew intentó escapar, pero agentes secretos lo alcanzaron y victimaron
El mismo sábado 13 pasado, una televisora divulgó durante uno o dos minutos fotografía del agresor. En la memoria titubeante, se recuerda la imagen, con ligera sonrisa, pelo lacio, camisa casual se dice, y sin tener rasgos de crueldad en el rostro, como de estudio.
Trump, como parte de su discurso tocó el tema migratorio, reaccionó a sonidos de los disparos, y con una mano tocó su oreja, como el intento fuera de espantar a un provocativo mosco. Al ver que sobre la mejilla corría sangre, se tiró, así literal, al piso.
Agentes que protegen al ex presidente corrieron para auxiliarlo. Un oficial utilizó del atril un micrófono y preguntó: “¿están todos bien?” y tras una orden de evacuar, Trump respondió: “Dejen que me ponga los zapatos”. Casi lo cargaron, y él empezó a subir el tono de voz en tanto bajaba, instando: “¡Peleen!”. Segundos después lo trasladaron a un hospital.
Más tarde, el presidente demócrata Joe Biden dirigió un mensaje en el que manifestó que se sentía aliviado de que Trump, según sabia, estaba bien. Después, informó la Casa Blanca, pudieron tener una conferencia telefónica directa.
Biden, que últimamente no había reconocimiento como expositor, esta vez lo hizo pausado, pero con precisión. “La idea de que ocurra este tipo de violencia en Estados Unidos es inaudita”. Sobre lo ocurrido, dijo que estaba esperando información adicional antes de calificar formalmente el ataque como un intento de asesinato contra Trump.
“Tengo una opinión, pero no cuento con ningún hecho”. Horas después ya recibió una exposición integral de lo sucedido por Kimberly Cheatle, directora del Servicio Secreto de Estados Unidos; Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional y Liz Sherwood Randall, asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca
En paralelo se hizo un recuento de atentados contra mandatarios de la nación. Salió a relucir Theodore Roosevelt, que, en 1912, ya sin ser mandatario fue atacado, pero sobrevivió 7 años.
En 1901, William McKinley fue asesinado por el anarquista León Czolgosz. Una figura del pasado, Abraham Lincoln falleció en 1865. Un simpatizante confederado, John Wilkes Booth le disparó en la cabeza. Sobrevivió, sin recuperar conciencia solo unas horas.
Otro más, en 1881, James Garfield recibió dos disparos de Charles Guiteau. A las 10 semanas expiró.
Un atentado que conmovió fue el de John F. Kennedy quien el 22 de noviembre de 1963 fue abatido en Dallas. El responsable, Lee Harvey Oswald, días después fue asesinado. Y el último en la lista, Ronald Reagan. En 1981 agredido en Washington recibiendo un disparo que para su fortuna no fue letal.
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