Todo por la chica (más de 20 años después)

En la extraordinaria novela de ciencia ficción llamada Sinfín, escrita por el argentino Martín Caparrós se dice: “Que hace 20 años cuando nos moríamos nos moríamos y ahora peleamos por detalles de esa vida perpetua que nadie siquiera había imaginado”. Tracy Thorn tiene 60 años; Ben Watt la misma edad y hace 24 años que no sacar un disco juntos pese a ser pareja.

¿Cuánto habrá cambiado el mundo en casi dos décadas y media? ¿Hacía falta el regreso de Everthing But The Girl? ¿Habrá un público que los espere con emoción? Pienso en ello mientras escucho Fuse, un nuevo álbum que supone un gran acontecimiento para escuchas delicatessen que siempre han degustado de su sofisticado pop electrónico que lo mismo iba del downtempo al drum & bass.

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La novela de Caparrós se sitúa en un futuro en el que se ha encontrado la manera de evadir a la muerte a través de la tecnología y es entonces que la vida se enfrenta de otra manera, para ese entonces se han logrado también estrategias para alargar la salud de las personas, por lo que la relación con el tiempo cambia de manera muy radical.

Y es ahí donde Sinfín conecta con Fuse, un disco en el que evidentemente se ventila el paso del tiempo y la manera de pronunciarse al respecto; lo cual me parece que queda en evidencia desde el título de la canción de apertura: “Nothing Left To Lose”, en la que se acumulan vivencias y ya no existe temor ante el porvenir… lo hecho, hecho está y “No queda nada por perder”: “Need a thicker skin/ This pain keeps getting in”.

Es precisamente está canción una prueba contundente de que Ben y Tracy entienden perfectamente el estado de la música actual, sus herramientas y recursos. Se trata de un disco completamente del presente de parte de un proyecto que tiene bien sólida su personalidad estética; podemos reconocer su sonido clásico, pero el punch del siglo XXI también es evidente -ahí está “When You Mess Up”, un tema lento que nos regala a la voz de Thorn pasada por un procesador, una delicia-.

Fuse está conformado por una decena de canciones en la que los temas lentos siguen siendo esos tiros de precisión de un francotirador a los que nos tienen acostumbrados, pero es cuando pisan el acelerador que nos entregan los temas más contundentes y que nos tienen en un estado endorfínico de alegría no contenida. Ahí está una pletórica “Forever”, una vez más aludiendo al tiempo desde su nombre mismo, más una “No One Knows We´re Dancing”, en la que la línea vocal es una maravilla.

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Everything But The Girl están compartiendo la elogiosa reacción de los medios más importantes del planeta y uno no puede resistirse a bucear entre textos variopintos, pero he de decir que he encontrado unas líneas de Carlos Pérez de Ziriza que me parecen totalmente cautivadoras: “Pero en lo que llevamos de siglo XXI hay toda una escuela de pop electrónico que combina melancolía y euforia, abatimiento y cierto anhelo de esperanza mientras quema suela en la pista de baile. Corazones rotos con caderas cimbreantes. Y hubiera sido una lástima que nuestra pareja favorita no hubiera vuelto para reclamar su paternidad sobre tal inagotable saga de sad bangers. Si alguna vez te preguntas por qué es lícito y hasta recomendable bailar con lágrimas en los ojos, no dejes de escuchar este disco. En él está todo”.

No dejó de pensar en que EBTG siempre fue un dueto exquisito -que incluso se resistió al marketing global-, pero también reflexiono acerca de si toda esa andanada de emoción y entusiasmo entre el periodismo se debe en buena medida a una cuestión generacional -quizá lo sea y ni modo-, pero de que se trata de un álbum de altísimo nivel nadie lo puede dudar; ahora esperemos que conecte con nuevas generaciones… una vez más sólo el tiempo desvelará tal enigma.