Recientemente el Consejo Social del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) llevó a cabo el foro “Territorios en clave feminista: Ciudades, comunidades y entornos seguros y saludables para todas” en dicho foro se abordaron temáticas que se han estudiado y teorizado desde el feminismo, que tiene que ver desde el espacio territorial, el cuerpo y las cosas que nos atraviesan a las mujeres, en los que desafortunadamente la(s) violencia(s) están presentes pero que desde el feminismo se han realizado diversas propuestas para prevenirlas y erradicarlas.
En una de esas mesas se tocaron temas como la importancia que las ciudades y los espacios públicos sean vistos y construidos con perspectiva de género, es precisamente una de las propuestas que he realizado a diversos gobiernos municipales de comenzar a construir cartografías del espacio que habitamos, existen ya diversas metodologías que han desarrollado organizaciones como Geobrujas, incluso desde gobierno federal a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU).
Pero mapear la violencia y lo que ocurre en los territorios comenzó hace ya varios años con las organizaciones de Ciudad Juárez con las mujeres asesinadas que sirvió para comenzar a construir teóricamente el concepto de feminicidio pero también para obligar al estado mexicano a acatar las distintas recomendaciones que dio la sentencia de Campo Algodonero; muchas colectivas a nivel local han mapeado la violencia a través de la nota roja para contrarrestar las cifras oficiales que les ha permitido hacer incidencia y recientemente la activista María Salguero ha creado un mapa de los feminicidios de todo el país que permite no olvidar a las víctimas.
Construir el territorio, significa como lo he venido escribiendo, identificar lugares donde se da la violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes, diagnosticarla permite construir política pública para prevenirla y erradicarla, recientemente hemos visto un video donde un taxista golpea a una mujer, este hecho fue captado por una cámara en Pachuca, pero ¿Qué pasa donde no existen las cámaras?, precisamente somos las mujeres quienes tenemos identificado en las distintas colonias y barrios, donde ocurre el acoso callejero, el acoso sexual, etc., es por ello que la cartografía feminista propone que debe construirse a partir de lo que las mujeres cotidianamente vivimos, trabajamos y cuando hacemos labores no remuneradas como ir a los mercados o llevar por las calles a una persona con discapacidad. Este episodio de violencia visto en redes sociales, puede prevenirse, ahora con todos los cambios que pretenden hacerse al transporte público privado es una oportunidad para comenzar a transformarlo, para evitar que sigan ocurriendo casos de acoso y violencia sexual.
El espacio público es un producto social, no es un escenario neutral, por eso debe de pensarse en construirse de otra manera, habitable para todas las personas: infancias, personas con discapacidad, peatones, que por cierto esos puentes de segundo piso construidos en Pachuca, no prioriza la movilidad lineal del trabajo de cuidados (que es llevar a niñas y niños a parques, acompañar a personas adultas mayores al médico, etc.), es decir, mapear las ciudades y el territorio nos permite diagnosticar lo micro pero que también significa pensar lo macro lo estructural para transformarlo en territorios y entornos seguros para todas las personas como lo ha planteado el feminismo.
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