La historia colectiva de las mujeres no siempre ha sido escrita por mujeres, incluso la historia de cada mujer no ha podido ser en todo momento elegida por ella misma, ni el permitirse mirarse como su prioridad, convenciéndonos por mucho tiempo de estar predestinadas a vivir cómo y en el lugar que otros designaban para nosotras.
Afortunadamente, antes de nosotras existieron mujeres que lucharon incansablemente para visibilizarnos y abrirnos espacios en donde antes se consideraba que no teníamos lugar, así como en defender que la mujeres también tenemos voz y voto.
Sin embargo, hoy en día el porcentaje de mujeres que no se reconocen a sí mismas y a sus derechos todavía es preocupante así como es alarmante la violencia de género, la desigualdad de oportunidades, los feminicidios, los micromachismos, la irresponsabilidad en cuanto a las obligaciones paternas… por lo que es imprescindible continuar realzando la imperiosa necesidad de asegurar mejores condiciones de vida para las niñas y las mujeres.
En mi labor profesional tengo el privilegio de escuchar a las mujeres, de verlas actuar, luchar, inspirar, trabajar, desarrollarse, crecer, construirse una vida plena, y también escuchar o saber de mujeres que aún no conocen su potencial, que requieren saber de su valía personal, de sus derechos y apropiarse de estos para defenderlos, sin censura, sin miedo.
Las mujeres somos históricas en lo público y en lo privado, en el propio autodescubrimiento, en la resiliencia y en el empoderamiento que se requiere para acceder a lo que debería ser natural vivir y elegir sin etiquetas y sin una interminable lista de deberías.
En días recientes se conmemoró el día internacional de la mujer, siendo este un espacio de reflexión, de unidad entre mujeres, y de una evaluación respecto a los avances, puntos pendientes y necesidades urgentes en la prevención de la violencia hacia las mujeres.
Si escucháramos la historia de cada mujer podríamos escribir un sinfín de libros en los que constarían que la inmensa mayoría hemos despertado al empoderamiento después de historias de violencia, lo que no debería ser normal, el mundo, en ninguno de sus espacios debería ser un campo de sumisión, sacrificio ni sufrimiento o peligro para las mujeres.
Lamentablemente, hasta el día de hoy, no conozco a ninguna mujer que no haya vivido algún episodio de violencia, algunas en el seno familiar, en la pareja, otras en la calle, en lo laboral… lo cual es completamente indignante.
Ante comentarios “machistas” (realizados por hombres y también por algunas mujeres) yo defiendo que ninguna mujer permanece en donde le hacen daño “por gusto”, son las creencias, los deberías, las etiquetas, los convenios del amor romántico los que hacen que una mujer no se vaya fácilmente de donde nunca debió haber estado: el sometimiento, el engaño, la humillación, el desinterés, la confusión, el abuso verbal, el acoso laboral, la agresión en cualquiera de sus detestables manifestaciones.
Se acepte abiertamente o no, el papel de la mujer en la historia ha sido preponderante, pero no siempre admitido, reconocido, aplaudido y bien remunerado.
Y en cuanto a la historia personal, íntima, privada, las mujeres hemos tenido que aprender a derribar creencias y enfrentar temores, así como la inseguridad personal que ocasionan estereotipos de belleza, de conducta y de pensamiento esperadas y hasta exigidas.
No debería ser normal y menos obligatorio “tener que convertirse en guerreras” para obtener lo que legítimamente es nuestro derecho: una vida libre de violencia.
No debemos normalizar el miedo, invisibilizar la violencia ni romantizar la fortaleza que somos capaces de manifestar, prefiero que las mujeres cambiemos el miedo por el amor propio, este último si nos puede cambiar o salvar la vida.
Caminemos todos los días en la misma dirección, juntas podemos escribir nuevas historias para las mujeres, por la igualdad y la equidad que buscaron las mujeres que nos antecedieron, por los privilegios que no tuvieron nuestras abuelas, para que esta generación y las siguientes vivamos en un mundo que también sea un lugar seguro para todas, libres de la violencia y de los mandatos del patriarcado que han marcado de infelicidad y sufrimiento la vida de las mujeres o que han terminado con la vida de otras.
Somos históricas porque los actos y omisiones que delimitan la propia existencia son ejes que ocuparán otras mujeres para autodefinirse y escribir sus historias… Y deseo que estas historias sean en ausencia de miedo, libres, con autonomía y erradicando la violencia, mientras tanto, levantemos la voz, ojalá que nunca mas ninguna mujer se sienta sola, que nunca mas ninguna mujer crea que vivir triste, enojada, o con miedo es normal… La violencia no es normal, nadie, nunca, por ningún motivo tiene derecho a hacerte daño.
Es un honor para mi coincidir con cada mujer.
Es un privilegio transitar por la vida con hombres que también reconocen, defienden y respetan los derechos de las mujeres.
Es un honor ser parte de las mujeres que nos empoderamos unas a otras.
Es un honor ser mujer.
Abrazos
Lorena Patchen
Psicoterapia presencial y en línea
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