Garlito
Cuando en 1990, se registró el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, surgieron varias teorías de los sin rostro, aquellos seres humanos que incluso carecen de la existencia, que son aún hoy, invisibles para el estatus quo, no existen para las políticas públicas y ningún gobierno los reconoce y no los reconoce porque no los ve, se duda de si su ser existe; ¿serán los indígenas, los pueblos originarios los más miserables mexicanos? ¿Entre esos grupos existen clases también y hay indios más jodidos que otros, al grado que entre ellos hay el más profundo desprecio y discriminación? ¿Hay una guerra oculta entre los indígenas mexicanos?; el levantamiento del EZLN desde entonces fue prevenir una guerra entre esos pueblos y claro nadie lo oyó porque tampoco tienen voz.
Comité
Fernando Benítez, nos había mostrado la grandeza de los indios de México, su cultura potente, su altísima capacidad de adaptación y su resistencia, sus debilidades psicológicas y su dispersión ideológica, la maternidad de la cultura mexicana y su contradicción existencial; Carlos Montemayor, nos indujo al pensamiento estético y filosófico de la poesía de los sin rostro, ni tierras, ni redentores, pueblos de cantores con teponaztles y caracoles, poemas floridos; antes Miguel León Portilla nos describe el nódulo de odio entre los antiguos mexicanos y sus pueblos tributarios, la guerra como sistema de existencia y la muerte como meta de la religión, sed de venganza que saciaron otros dioses barbados llegados allende de la mar; Octavio Paz, nos desnuda como mexicanos y nos halla como resultante del exterminio indígena, su opacidad, su exacerbado mimetismo, su carácter pusilánime y su humilde y silencio sometimiento, para Paz el indio desea no serlo.
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El levantamiento del EZLN en Chiapas, impulsó el ánimo agreste de algunos pueblos originarios y fue ejemplo de la necesidad de autonomía, respeto y reconocimiento de esos mexicanos olvidados, pero lo más grave, sufriendo una indiferencia absoluta por el resto de los compatriotas; el Estado los ignoró, borró del horizonte, desplazándolos de sus tierras, provocando una diáspora para lograr su disgregación y atender un objetivo de la ultraderecha, “para desarrollarse se necesita un México sin mexicanos indeseables”; exigencias sociales, políticas y económicas a favor de todas las etnias indígenas del país, justo el día que la economía nacional entraba al bloque económico del norte de América, hoy en declive y entredicha su democracia canadiense o gringa cuyo telón de fondo es una política de intervencionismo y ocupación; el rostro sin rostro de los indígenas vagó por la montaña y selva, predicó más que convocando a una rebelión a una integración donde la paz entre las etnias significa la debacle del capitalismo y muerte del neoliberalismo.
Clandestino
Igual como Villa y Zapata, el EZLN perdió por las traiciones y por las alianzas de la ultraderecha y los gobiernos de aquel tricolor partido hoy despedazado, asesinado por ellos mismos, sin embrago las comunidades pacifistas, progresistas, constructoras y revolucionarias, mantuvieron su autonomía y progreso otras, armadas volvieron a obedecer los valores de la dictadura y mantuvieron la violencia, solo que la dirección del tiro cambió y se dirige hacia sus hermanos indígenas, renació el odio entre comunidades y religiones, nacieron otras, el tráfico de personas, de drogas, crimen organizado, enfrentar a los viejos enemigos y olvidar todo zapatismo; hoy el establishment mexicano fomenta un enfrentamiento para que los territorios indígenas puedan ser el origen de otro levantamiento, este auspiciado por ricos, potentados y vende patrias.
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Hidalgo un estado con una de las etnias más rebeldes e indomables, con espíritu conquistador pero una agresividad latente, en las comunidades del Valle del Mezquital, los pleitos por circunstancias religiosas, superan el de la tenencia de la tierra o el agua y el crimen organizado suple a los comités de lucha e integración; Fernando Benítez en su magna obra Indios de México, también esos hombres y mujeres de pies y manos encallecidas tienen una piel muy delicada y en sus corazones aún guardan la afrenta del hombre blanco, como causa y origen de su tragedia, esa deuda no cobrada puede ser mal utilizada para despertar viejos rencores y volvernos a encerrar en un laberinto de soledad más grande todavía; los indígenas de México siguen sin rostro, siguen siendo fantasmas de los tantos que tenemos.
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