En su ensayo, “La epistemología de la complejidad” Edgar Morín apunta que: “Mientras que la ciencia de inspiración cartesiana iba muy lógicamente de los complejo a lo simple, el pensamiento científico contemporáneo intenta leer la complejidad de lo real bajo la apariencia simple de los fenómenos. De hecho, no hay fenómeno simple.
Tómese el ejemplo del beso. Piénsese en la complejidad que es necesaria para que nosotros, humanos, a partir de la boca, podamos expresar un mensaje de amor. Nada parece más simple, más evidente. Y sin embargo, para besar, hace falta una boca, emergencia de la evolución del hocico. En necesario que haya habido la relación propia en los mamíferos en la que el niño mama de la madre y la madre lame al niño.
Es necesario, pues, toda la evolución complejizante que transforma al mamífero en primate, luego en humano, y, anteriormente, toda la evolución que va del unicelular al mamífero. El beso, además, supone una mitología subyacente que identifica el alma con el soplo que sale por la boca: depende de condiciones culturales que favorecen su expresión”.
Este ejemplo nos ayuda a inteligir el concepto de complejidad en el pensamiento de Edgar Morin, el cual habla que no se trata sólo el de tener muchas partes, sino la idea de que la realidad está formada por un tejido intrincado de elementos interconectados y que interactúan entre sí.
Encuentro el pensamiento complejo de Edgar Morin en relación con la filosofía contemporánea del siglo XXI como un referente crítico y constructivo que aborda los desafíos del conocimiento en un mundo incierto, interconectado y en constante cambio. Su enfoque trasciende las divisiones disciplinarias e invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza del conocimiento, la condición humana y los problemas globales.
La filosofía contemporánea se enfrenta al legado de la modernidad, caracterizado por la fragmentación del saber en disciplinas aisladas. El pensamiento de Morin resuena en esta crítica, defendiendo una visión transdisciplinaria que reconecte el conocimiento.
Si bien es cierto que en el pensamiento contemporáneo existe una tendencia a la hiperespecialización esto genera, según el pensamiento moriniano, reflexiones profundas sobre las “cegueras del conocimiento”, es decir, el planteamiento filosófico se centra en el cuestionamiento de si la hiperespecialización, aunque productiva en el número masivo de producción y difusión, ha provocado por ende, una pérdida de la visión holística, ancestral y de interrelación en el conocimiento humano. Además de manifestar una urgente necesidad de “religar” los conocimientos, entendiéndolos no como partes separadas, sino como un tejido interdependiente.
La filosofía del siglo XXI, a diferencia de la modernidad que buscaba certezas absolutas, abraza la incertidumbre y la contingencia como parte de la realidad, al respecto, Morín hace énfasis en los límites e imperfecciones del conocimiento, donde la incertidumbre es una constante, se alinea con las posturas filosóficas que rechazan la idea de un conocimiento absoluto, inamovible y certero. Empero, en un mundo cada vez más intrincado, enredado e interconectado, vemos la naturalidad de la reproducción científica de cientos de millones de datos desplegarse en un dispositivo móvil con la naturalidad con la que de niños entendimos el cambio de día, sin embargo, detrás de esto, hay algo más elaborado, siempre, detrás de cada texto o acción, existe algo más.
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