Pues sí, ganó. No fueron obstáculo la invitación al motín, el robo de documentos secretos, los procesos judiciales vigentes. Tampoco el discurso de odio, la injuria consuetudinaria, el bullying de mentiras. Mucho menos la frivolidad, el machismo, la patanería. El señor ganó porque la gente de la calle, no sólo un retorcido colegio electoral, a fin de cuentas votó en masa por una peligrosa falacia como la de Donald Trump. ¿Qué otra cosa podía esperarse de una nación tan deschavetada?
Ahora el mundo se devana los sesos meditando en lo que las circunstancias políticas profetizan a partir del primer mes de 2025. En México, no son pocas las personas agoreras que anticipan una hecatombe arancelaria, expulsora de mojados y dreamers, incluso punitiva al más fiel estilo de Pershing, aquel burlado perseguidor de Pancho Villa. Nuestras fronteras, tanto la norte como la sur, seguramente reforzarán su estatus de bomba de tiempo, de campo minado, aunque eso ni de chiste resuelva la crisis migratoria.
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Lo más sorprendente fue el voto a favor del millonario neoyorkino por un sector social clave: la comunidad latina radicada en Estados Unidos. A ella, sin duda, le pasó de noche el burdo, grosero, reiterado ataque trumpiano contra su raíz fincada en el subcontinente, en la América de habla española. Es de creerse entonces que el American dream sí le funcionó, que su asimilación a la ideología estadunidense es total, que el American way of life la atrapó sin remedio con sus seductores tentáculos. ¿Y el pasado latinoamericano de esa comunidad? Bien, gracias. Sólo eso: un pasado, algo quizá demasiado pretérito, remoto. Y antes que nada, no retornable.
El triunfo del magnate de copete oxigenado tiene mucha más tela de dónde cortar. Por segunda ocasión, una mujer no tuvo acceso a la presidencia del Coloso del Norte, pese a su desenvoltura como candidata. La vicepresidencia a partir de enero será ocupada por un tipo soez, racista, ultraconservador, tanto o peor que el mismo presidente. La Cámara de Senadores y también, al parecer, la de Representantes, estarán en manos de las ocurrencias del trumpismo, con toda la abyección que tal hegemonía pudiera implicar…
Hace poco más de un año hablé aquí de la pose de maldito que adoptó Trump cuando le tomaron la foto oficial el día en que acudió como presunto delincuente al penal del estado de Georgia. Poco falta para que, en su próxima imagen fotográfica, desde el lujoso escritorio que reocupará en la Oficina Oval de la Casa Blanca, apriete la mano derecha, haga un hueco con ella y la coloque en su boca para soplarle al mundo una ruidosa y burlesca trompetilla. ¿Alguien dijo ‘A temblar’?
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