Salvadoreños piden apoyo en cruceros de Pachuca

En uno de los cruceros de las calles de Pachuca, Carlos, junto con su hijo de unos 8 o 9 años, pide ayuda a los automovilistas para sobrevivir en su paso por la capital hidalguense, ya que ha salido de su país, El Salvador, huyendo de la violencia de las maras, aunque ahora enfrenta el dilema familiar de continuar su travesía hacia el norte o bien retornar, toda vez que le han llegado noticias de que la situación mejora en su patria. 

Carlos está en Pachuca, a donde considera llegó por designio divino, ya que asegura fue decisión de Dios y sólo él sabe porque ha llegado aquí, junto con su familia, pues se hace acompañar de su esposa y sus dos pequeños hijos.

El mayor le acompaña a pedir ayuda, pues cuando se pone el semáforo en rojo pide auxilio enseñando su documento único de identidad de El Salvador, para acreditar ante los automovilistas que es migrante en tránsito y no los está engañando. 

En entrevista, explicó que salió de su país por medios propios, pues no tiene ningún familiar en los Estados Unidos que lo pueda apoyar, y lo hizo antes de que asumiera el poder el presidente Nayib Bukele.

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“Cuando yo salgo de El Salvador, estoy un lapso de tiempo consiguiendo dinero en una parte de Guatemala, que es el departamento de San Marcos”,

dijo. 

San Marcos es el departamento de Guatemala que hace frontera con México del lado de Chiapas. 

“Luego junté un dinero y me pasé para el lado de Chiapas, pero eso fue antes de que Bukele entrara, sin embargo, ahora que el presidente Bukele está ahí, estoy pensando en regresar a mi país, porque me vine por motivo de las maras”. 

“En ese tiempo yo no tenía paz en ningún lado de mi país, iba a un lado feo y no sentía paz, iba a otro lado y no sentía paz, por el miedo de las maras, porque son criminales que no se tientan el corazón”. 

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Asegura que él es gente de trabajo y temía por la vida de sus hijos, sobre todo el mayor. 

“Yo soy campesino, gente de trabajo, luchador para mis hijos, el miedo que daba en El Salvador era que, si yo mandaba a mi hijo a la tienda o lo mandaba a la escuela, lo podía encontrar muerto en una cuneta, porque en El Salvador estaban los muertos como matar pollos”. 

Indicó que ahora que el presidente Bukele entró, se dieron cuenta que los principales cabecillas y que estaban alentando la violencia era funcionarios como los diputados de la asamblea del FML, “pero para no cansar el cuento, hoy que estoy aquí me doy cuenta que Bukele está limpiando el país, entonces estamos confundidos, no sabemos si continuar para Estados Unidos, porque Bukele está haciendo las cosas que yo quería”.

“Yo quería no estar con la angustia de que si mi hijo va a la escuela, no me lo vayan a reclutar las pandillas o que llegaran con la noticia de que está muerto tu hijo ahí al lado de la escuela o al lado del camino. Antes no existía la ley, porque al anterior gobierno no le importaba, porque entre más muertes y más violencia tenía El Salvador, era más fácil para ellos embolsarse dinero, hoy que Bukele está, está demostrando que ha limpiado el país, entonces yo ya no sé si continuar para EU o regresar a mi país y pedir a mi presidente que me ayude a restablecer otra vez mi vida”,

compartió.

Reconoce que la violencia era tolerada y alentada por políticos corruptos, pues mientras la población luchaba por mantenerse a salvo de la espiral de violencia, esos políticos aprovechaban el desorden para saquear al país.  

Carlos es de Santiago de María, en el centro de El Salvador, y piensa en la continuidad de su viaje. 

“Ahora estoy confundido, no hallo qué hacer”.  

Observa a su familia y a pregunta expresa, responde, “ellos me dicen: papá, nosotros vamos a donde tú vayas”. 

“Entonces, al encontrarnos aquí sin dinero, sin agua ni nada, solamente la justicia de mi Dios, nos vemos obligados a pedir una colaboración a la gente que es mejor que robar, que hacer cualquier cosa, entonces es pedir y dar de voluntad”, expone.

Reconoce que hay entre los migrantes algunos quienes salen porque tienen deudas con la justicia, y hacen daño en el camino al pueblo mexicano, “pero por unos pagamos todos, por esos nos rechazan a nosotros también, y por eso también lo rechazan a uno en asuntos de trabajo, no cualquiera le da a uno trabajo o una confianza”.

Explica que un 85 por ciento de la gente en México, le tiende la mano, pero del restante 15 por ciento ha recibido malos tratos y hasta agresiones. Se cuida de Migración y principalmente de las policías municipales, porque sabe que estas policías regularmente son las que están coludidas con la delincuencia. Pero Carlos reconoce, “si no es por la buena voluntad del pueblo de México, ni yo ni mi familia estaríamos aquí”.

Carlos agradece a Dios, porque él y su familia han encontrado un lugarcito donde pernoctar, en lo que deciden si continúan hasta EU, o bien regresan a El Salvador, con la esperanza de que la violencia se haya erradicado y sus pequeños hijos puedan vivir en paz y seguros. Nos despedimos, le deseamos suerte. De un auto color azul, una pareja le da unas bolsas llenas de dulces, para compartirlas con sus hijos. Carlos sigue luchando por ellos.


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