¿Ya escuchaste sobre el pacto patriarcal? Seguramente sí, porque en todos los medios y redes sociales se está hablando de eso. El presidente, como siempre con cualquier tema que tenga que ver con mujeres, dijo: YA CHOLE.
Y sí, ya chole con su pacto patriarcal, pero ¿qué es el pacto?, ¿cuándo fue la convención de hombres del mundo que no nos enteramos? Nada de eso, este pacto no está en algún documento, mucho menos surgió de una reunión.
El pacto patriarcal no es otra cosa más que un lenguaje, un código que cultural, social y políticamente ha regido a las sociedades del mundo. Su base es la fraternidad, es decir la hermandad entre los hombres que significa complicidad, solidaridad, silencio y alianza entre ellos.
Recordemos que hace varios siglos la vida pública pertenecía a ciertos hombres, con estatus sociales, económicos y políticos altos. Ellos entendieron que se necesitaban los unos a los otros para poder subsistir, conquistar territorios, reconocer éxitos, tener más poder.
Las mujeres, relegadas en la vida privada, también fuimos criadas alrededor de este pacto. Aprendimos a vernos como enemigas, a guardar en silencio las violencias y maltratos, a percibirnos como un accesorio de estos hombres. Históricamente las condiciones han ido cambiando y aunque ahora somos parte de la vida pública, el pacto continua y está tan normalizado que ya no lo percibimos.
Hoy tiene cara de las autoridades escolares que protegen a abusadores, los ministerios públicos que no levantan denuncias, el presidente que niega que exista esta violencia ante los medios de comunicación, en los grupos de WhatsApp donde se comparten las nudes que nosotrxs no hemos autorizado que sean del dominio público, cuando necesitamos testigos y por temor no quieren acompañarnos, cuando nos dicen exageradas, cuando estamos en una fiesta y el güey no deja de insistir que bailemos con él y hasta sus amigos nos dicen: ya no seas mamona. Cuando en el trabajo vemos cómo sube un compañero que no merecía ese lugar o borran nuestros nombres de investigaciones. Me cansó ganso de enumerar el día a día de la violencia.
Y este no es el único pacto que tenemos que romper. Tenemos que romper el pacto racial, burgués, capacitista, heterosexual, corporal, entre otros de los cuales también nosotras y nosotrxs hemos sido parte; más si aspiramos a que algún día, en un universo utópico tengamos igualdad.
Para el sostenimiento de los sistemas de opresión hemos creado lenguajes, códigos, señales, mensajes que permean día a día. Está en la tele, en las revistas, en la música, en las leyes. Está en cómo preconcebimos al otrx, ¿Si ves a un cholo te cambias de banqueta? ¿No ves a los ojos a las mujeres indígenas que se acercan a ti? ¿La trabajadora del hogar tiene prestaciones? ¿Agradeces al señor de la basura por su chamba? ¿Te parece confiable alguien que parece pulcro y de buen olor? ¿Cómo tendría que lucir alguien para que puedas reconocerle como tu igual y apoyar sus causas?
Es necesario romper este pacto patriarcal que nos oprime. Necesitamos que nadie, nunca más, sea indiferente ante la discriminación y la violencia. Necesitamos no guardar silencio y nombrar, señalar, criticar en todos nuestros espacios. Si no es ahora ¿Cuándo?
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