Por más de tres décadas, Ricardo Martínez Ramírez ha dedicado su vida a cultivar granada en Tasquillo, Hidalgo, siguiendo los pasos de su padre y preservando una tradición que hoy se ha convertido en su mayor orgullo.
A sus 57 años, preside la cooperativa Jade Rubí y lidera una producción que no solo abastece mercados nacionales, sino que también ha comenzado a incursionar en la elaboración de licor artesanal.
El vínculo de Ricardo con la granada comenzó hace más de 35 años, cuando su padre inició el cultivo en la región. “Si él viviera, estaría orgulloso de ver que seguimos con esta tradición y que su nombre viaja en cada botella”, dice con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos. Ese nombre es el del Licor Don Emilio, que él y dos de sus hermanos producen desde hace tres años de manera totalmente artesanal.

El proceso involucra a toda la familia: hermanas, cuñados y sobrinos participan en el desgranado, molienda y exprimido manual del fruto, usando manta de cielo para obtener un jugo limpio que después se mezcla con ingredientes como limón, vainilla y canela. Dependiendo de la variedad, el licor se combina con tequila, aguardiente o mezcal. Extraer un litro de jugo requiere al menos media hora de trabajo; en un día, con suficiente apoyo, producen hasta 20 litros.
Como productor, Ricardo domina cada etapa del cultivo. Explica que una hectárea puede albergar entre 800 y 900 plantas y que cada árbol en edad productiva rinde de 200 a 300 frutos de unos 250 gramos, lo que equivale a entre 30 y 50 kilos por planta. Así, las cosechas pueden alcanzar de 30 a 50 toneladas por hectárea.

La temporada de recolección va de mediados de julio a septiembre; después, la poda permite obtener material para nuevas plantas, que se trasplantan entre febrero y marzo, tardando unos tres años en dar fruto.
El productor también debe enfrentar retos como plagas y enfermedades, especialmente en temporadas de lluvias intensas que manchan y dañan el fruto. Para prevenirlo, aplica tratamientos tanto químicos como orgánicos.

En la comercialización, Ricardo ha logrado colocar sus granadas en cadenas como Walmart y en la Central de Abasto de Ciudad de México, desde donde se distribuyen a Guadalajara y al norte del país. Hace cuatro años incluso exportó su producto, aunque la falta de algunos requisitos detuvo el proyecto. Hoy, trabaja en la certificación de sus huertos para poder retomar el mercado internacional.
Más allá de los números, para Ricardo lo más valioso es el significado de su trabajo. “Es un fruto noble, pero olvidado. Queremos demostrar que puede ser rentable y que su valor va más allá de lo económico: es cultura, es familia y es historia”, afirma.
En cada botella de licor y en cada caja de granadas que sale de su huerto, Ricardo lleva consigo no solo el sabor de Tasquillo, sino la herencia de su padre y la esperanza de que esta tradición siga viva por muchas generaciones más.
Trabaja en la certificación de sus huertos para retomar el mercado internacional
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