Enrique Rivas columna Vozquetinta

Resonancias de otra radio

Mi nostalgia suspira, se da golpes de pecho y suelta lastimeros ayes al evocar las estaciones radiofónicas de aquellos tiempos. La radio entonces desbocaba mi lado imaginativo, me hacía soñar en mundos virtuales mientras ponía chinita mi piel, algo que jamás logró conmigo la televisión. Fui uno de sus más fieles devotos, los siete días de la semana. La veneraba como sacerdotisa suprema, si no es que, como diosa, de los medios de comunicación no impresos. Era mi santa Mater sonorus y yo su apóstol Homo auditivus.

Mi archivo cerebral se niega a borrar los sellos que identificaban a las emisoras que yo sintonizaba a diario o eventualmente. Lástima que ya resulte casi imposible escuchar de nuevo, salvo en videos de feisbuc u otras plataformas digitales, sus pequeñas cantaletas. Me vienen ahora al oído los ecos sonsoneteados de, por ejemplo, «Oigo Radio Capital», «De Efe, De Efe, Equis E De Efe», «Es Radio Mil», «Radio 590, la Pantera» o aquel entrañable «Oigo Radio Centro», hoy trasformado en «El Fonógrafo, música ligada a su recuerdo».

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En este mismo tenor añorante de sonoras bolitas de naftalina su ubicarían las cuatro o cinco notas del pequeño xilófono que en cabina percutía el locutor con una baqueta. Así, gracias a tan selecta, pausada sucesión melódica de campaniles, sabía uno qué emisora estaba oyendo y cómo ésta separaba, mediante ciertas tonadas que servían de cortinillas, un dato informativo de otro o un espacio diferente en la programación. Estaciones características de este recurso fueron la pionera XEW «La Voz de la América Latina desde México», después Radio UNAM y por último la XELA «Buena Música desde la Ciudad de México».

(¡Ay, maldito día en que los intereses mercantiles se impusieron para sacar del aire a la XELA! Ella era mi isla de placidez en el mar de ruidos del cuadrante, el tranquilizador oasis de diáfana locución en medio de los ríspidos gritos de otras chachalacas radiofónicas. ¿Cómo olvidar que fue en sus ondas hertzianas donde me inicié en el culto que hoy profeso a la música concertística? ¿Cómo no dejar de agradecerle que Cuadros de una exposición, de Modest Musorgski en orquestación de Maurice Ravel, que hasta la fecha es mi concierto favorito, lo escuché por primera vez en la frecuencia de XELA como rúbrica inicial de un programa que patrocinaban las Galerías Chippendale?)

Era otra radio. Quizá, también, eran otras soledades sociales, y a ellas respondía. Eran otras necesidades de contacto personal, otros intimismos, otros vínculos afectivos, y por eso, otro tipo de emisiones. Lo digo por experiencia propia, como radioescucha de prácticamente toda la vida y como productor-conductor de trasmisiones con 45 años de trayectoria en mi casa, Radio Educación. Aquí nos toco radiar, habría dicho Cristina Pacheco.

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