“La Utopía del Cuadrante” podría ser el eslogan de Radio Educación. Así de quimérica sobrevive. Así, como entelequia, funciona.
Con un presupuesto cada vez más austero (no alcanza ni para saldar completa la deuda de luz, por eso el trasmisor tiene rato de operar con 25 mil watts de potencia durante el día y 5 mil por la noche, en vez de sus hipotéticos 100 mil). Los trabajadores de base percibimos sueldos de risa (peor están los prestadores de servicios profesionales: cero derechos o beneficios, atrasos constantes en sus pagos, incertidumbre para ser recontratados el año entrante). Y la cereza del pastel pandémico: llevamos meses de grabar y armar cada programa desde casa con nuestros personales equipitos domésticos (el mío acumula cientos de horas extras, mantenido con curitas y chiqueadores).
Andamos, bailamos, saltamos en la cuerda floja. Sólo la fidelidad del público y su apapacho auditivo nos ofrece una red protectora.
Creeríase lo contrario en la actual trasformatitis: una radio firme, sustentada, de cobertura amplia y creciente, maestra de nuevos cuadros, pagadora de salarios dignos, y un razonable etcétera… No hay tal. La decana de la cultura radiofónica, la madre o hermana mayor de la radio pública de México, la referencia obligatoria en la evocación de tantas generaciones de radioescuchas, carece hoy de un auténtico apoyo institucional por encima de lo discursivo. Si no de covid, muere de inanición entubada.
Está próxima a cumplir un siglo. Su historia, ganada a pulso cotidiano por quienes ahí seguimos de testarudos o de locos, es modelo de comunicación masiva. En lo plural, lo reflexivo, lo artístico, lo noticioso, lo promotor, lo creativo, lo solidario. En lo abierto de sus puertas a todas las expresiones y corrientes de pensamiento. En lo ubérrimo de sus memorias y archivos sonoros. No se diga en lo coloquial y fraterno de su estilo, verdadera escuela de responsabilidad hablante.
Bien calificó Ofelia Medina hace una semana a la emisora: “Es un tesoro nacional.” Los barreteros, mientras tanto, sentimos pasos en la azotea de esta mina.
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