Simón Vargas

¿Qué aprendizajes nos dejará el 2020?

“La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubieran quedado dormidos.”

Horacio

Nos acercamos al final de un año más y es el momento en que podemos hacer una pausa para reflexionar; justo cuando vislumbramos el término de una etapa es que debemos detenernos para mirar hacia atrás e intentar entender por dónde es que hemos avanzado y cuál es el destino al que hemos arribado.

Es indiscutible que no solo este 2020, sino toda la humanidad quedará marcada por el tema que ha mantenido al mundo entero en pausa y silencio total: la declaración de la pandemia el 11 de marzo, originada por el virus SARS-CoV-2. Este evento sin igual, anticipó varias décadas nuestro acercamiento digital, las medidas impuestas para disminuir los contagios hicieron que las compras online, los showrooming digitales, las clases a través de zoom y la utilización de la realidad virtual, solo por mencionar algunas áreas, dieran un salto colosal; lo cual no en todos los casos fue beneficioso, ya que exhibió las condiciones de desventaja y discriminación que aún viven miles de personas alrededor del mundo por la falta de acceso a tecnología e internet.

Pero además de la aceleración digital y la urgencia de un replanteamiento sobre los modelos educativos, el COVID-19 nos ha recordado cruelmente una verdad que quizá a conveniencia habíamos buscado olvidar: la fragilidad humana; y es que a un año de su aparición, las cifras en el mundo continúan sumando muertos e incluso irónicamente hace poco se planteó la aparición de una nueva cepa aún más contagiosa.

A pesar de lo avanzado de la tecnología, de los médicos, enfermeras, cuerpos de salud y científicos haciendo todo lo posible para librar una batalla contra el virus, este parece no ceder, pero, además, debemos admitir que no sólo se trata de su responsabilidad, sino que ésta es compartida, es por ello que como población debemos permanecer en casa, lavarnos las manos constantemente con agua y jabón, y aunque nos duela evitar hacer reuniones o visitar familiares.

Por otro lado, este 2020 se ha convertido en un año para replantearnos la urgencia de atender el cambio climático, ya que los efectos producidos por el calentamiento global han sido cada vez más evidentes: olas de calor extremo, incendios, inundaciones y sequías catastróficas; lo peor es que de no mantener el incremento de la temperatura mundial por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales o, mejor aún, de limitarlo a 1,5 °C, estos serán cada vez más constantes y destructivos.

El problema no solo atañe a los países desarrollados, tampoco debe limitarse a sembrar árboles o a mencionar medidas para disminuir las emisiones de dióxido de carbono. La ralentización permitida, irónicamente, por la pandemia, debe impulsarnos a reenfocar las actividades, a dejar de creer que es un problema que se solucionará solo y a cambiar radicalmente nuestra forma de vida.

Es cierto que este ha sido probablemente uno de los años más complicados en muchos sentidos, económico, político, social y medioambiental, pero ¿Todo fue malo? No. Porque de cada tragedia hemos aprendido a valorar y a ser solidarios. Creo que este 2020 cada uno comenzó a entender que quien está a su lado es su hermano, que todos necesitamos ayuda y apoyo y que solo está en nosotros voltear a ver al prójimo y amarlo.

Y bien ¿Qué nos dejó como aprendizajes el 2020? Buscar incansablemente la paz, reanudar el diálogo, pensar nuevamente en la armonía, la justicia y el respeto a la dignidad, retomar el compromiso de la reestructuración del tejido social porque si este año no nos ha enseñado a reconsiderar la importancia de los valores, volveremos a equivocarnos y recordemos como dice el refrán popular: error no aprendido, error repetido.

¡Feliz año y próspero nuevo 2021! ¡Comencemos!

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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