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Pupilas dilatadas

Garlito

Así simple y sencillamente el poeta, que ve más allá de mirar y desea a veces inverosímilmente, que todos tengan ojos para oír, haya significados y analogías en donde otros ven piedras y plusvalías; la visión de pachuqueños antepasados sobre nuestra ciudad, que ellos construyeron, debe ser válida si el intento es rememorar un pasado con el propósito de construir futuro; sin romanticismo provinciano ni cursilería pueblerina, donde hoy estamos, fue y es trascendencia existencial de otros, conservar su legado, tarea de buenos ciudadanos.

Foto: Carlos Sevilla

Una

Si un lugar hay en la ciudad de Pachuca, donde en ningún momento las autoridades se ponen de acuerdo, ni en su estética, ni el diseño final de la llamada plaza y que originalmente era Jardín Independencia, ahí donde la torre del reloj se convirtió en símbolo hidalguense, espacio público y entorno del edificio histórico y arquitectónico más importante del estado; lugar que a lo largo de su historia como solar primero, Plaza de Toros, de Diligencias y finalmente espacio público, el más importante de la ciudad, punto comercial, económico y social a los pies de la torre, la modernidad llegó a la capital y su desarrollo parte de ese punto geográfico y referencia imperdonable.

Plaza o jardín es la dicotomía por la cual este espacio ha transcurrido a veces en el olvido, otras en la indiferencia, muchas más con bombos y platillos, centro comercial, cine, bares, estacionamiento y hasta centro cultural; al inicio era jardín, sin reloj aún se trajeron árboles de El Hiloche con éxito sembrados por años, la visión modernista de plaza, hasta hoy vigente, hace desaparecer toda vegetación que obstruya la apreciación del reloj, condenando a ser una plancha hirviente; la sensación de frescura cobijo bajo las sombras de los árboles, un espacio con personalidad propia, que sea descanso y diversión, nunca será, con la construcción abominable del estacionamiento subterráneo jamás volverá a tener árboles.

Foto: Carlos Sevilla

Hoy la plaza que rodea a nuestro Hamlet erguido con su alma solitaria, dijera Genaro Guzmán Mayer, se encuentra en uno de sus peores momentos, deteriorada en su superficie con grietas visibles y escurrimientos pluviales al interior del subterráneo y del mal logrado centro cultural, antes comercial y bares que por años administraron delincuentes estudiantiles con organización oficial; el que fuera un espacio pachuqueño muy entrañable, centro de reunión y encuentro, es hoy una mole de concreto tan inútil y absurda como lo fue el adefesio Reforma; desde que demolieron el Teatro Bartolomé de Medina, la plaza ha vivido una intranquila calma.

Mil

Y ¿el reloj?, monumento de monumentos, símbolo del progreso y regalo de empresarios agradecidos, didáctico edificio donde se plasma en cuatro lados, la Historia de México, artística construcción en su arquitectura y embellecimiento estético, combinación de estilos y técnicas, de sobriedad y excesos, indefinido y perfectamente identificado, estandarte de un pueblo saqueado, consuelo de sangre minera que lo hizo suyo; respeto, aunque siempre se le faltó, respeto era lo que se sentía por el reloj, sin conocer historia ni ciencias, el reloj era un símbolo de respeto pachuqueño y cuando sonaba, los viejos callaban para oír la hora, los niños a sus pies jugaban admirándolo y quién no lo haya abrazado alguna tarde, no nació aquí.

Foto: Carlos Sevilla

Usurpado, vejado, humillado, el reloj que será recuperado y tratado de sus heridas, debe volver a ser respetado, protegido y garantizar que entorno y estructura misma se fortalezcan, hacer estudios sobre el impacto en el suelo y la viabilidad de no permitir ninguna actividad en su subsuelo; difícil también impedir que lleguen hasta el hordas enfurecidas de aldeanas queriéndose auto linchar, el ataque que sufren los monumentos históricos, es una ataque a la memoria de quien no tiene ni conciencia de ser; gasto perdido será el que se aplique sino hay campañas de respeto a monumentos, espacios públicos a la ciudad misma, harto difícil parece pues a veces la autoridad misma no respeta nada; la imagen provinciana  y romántica de Guzmán Mayer permanece: “Prende su fósforo el búho/de pupilas dilatadas/en la noche es el reloj/un búho de cuatro miradas/que ante Pachuca que duerme/extiende su vigilancia”.

Foto: Carlos Sevilla

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