DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Prender la luz

Ryszard Kapuściński decía que “El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”, pienso en esto y en lo que el investigador Jorge Correcher Mira escribe en su artículo “Discurso del odio y minorías: redefiniendo la libertad de expresión”: “Una sociedad democrática requiere la participación política a fin de garantizar la representación de la ciudadanía en la esfera pública. Para hacerla posible, la libertad de expresión juega un papel fundamental no solo porque es un medio que propicia el libre desarrollo de la personalidad, sino también porque ocupa una posición central en la canalización de las demandas ciudadanas, entre ellas, particularmente, las que provienen de los colectivos socialmente infrarrepresentados  —las  minorías o los grupos vulnerables—, así como de toda persona que, por razón de su adscripción a una determinada identidad, pueda padecer una situación de desigualdad sistémica o estructural. Para proteger de manera efectiva el disfrute del derecho a la libre expresión de estos grupos, la tipificación como delito de la manifestación de opiniones encuadrables en el discurso del odio constituye una limitación de la libre expresión que debe tratarse con las máximas cautelas, dado que, si bien resulta necesaria para garantizar la participación de aquellos colectivos en la esfera pública, la eventual instrumentalización de su significado supondría tanto una desnaturalización de su sentido como una injustificada restricción de la libertad de expresión”.

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Estos apuntes me llevan a la enorme responsabilidad que tiene cada persona en su cotidiano actuar. Me explico: cada acto que realizamos como seres humanos tiene una consecuencia. Y, dentro de nuestra vida, estamos, día a día, instante a instante, viviendo diversas vidas en cada uno de los roles que desempeñamos. En todos ellos tenemos responsabilidades derivadas de la forma en la que nos conducimos. De esta manera, lo que pueda surgir de nuestro actuar como miembros de una familia y las obligaciones que esto conlleva, estará relacionado, también, con las otras deberes que tenemos.

En el mismo sentido se encuentran las consecuencias que pueden ocasionar los actos que realizamos en nuestro trabajo, en el caso de los que somos servidores públicos en los trámites y servicios relacionados con la responsabilidad pública y, en el caso de la academia en lo que pueda construirse o destruirse en los ciudadanos que se forman en las aulas.

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Vuelvo al pensamiento de Kapuściński que se refiere a que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”, traspolando esta máxima a el resto de las profesiones y actividades del ser humano, podríamos decir que la importancia de tratar de ser buenas personas, en el deber ser, debería de encabezar la lista de nuestros objetivos como humanos, prender la luz del túnel de la existencia.