ALBERTO WITVRUN OK

Precisiones a una reportera

El cierre del periódico El Independiente a quienes somos reporteros desde hace décadas, de ninguna manera puede dar gusto, porque se pierden fuentes de empleo y finalmente el medio reflejaba en su línea editorial una postura política de la que no eran responsables los trabajadores, menos de que el medio formara parte de un proyecto político personal, no de uno periodístico.

En la anterior entrega de este espacio, es cierto, no tenía la intención de abordar directamente la situación laboral de los 40 trabajadores que quedaron sin empleo y sin la certeza de que serán liquidados en medio de una temporada difícil más por la emergencia sanitaria. El propósito no era ni siquiera atacar al creador y jefe de un grupo político en desgracia, no por ello deja de existir solidaridad gremial, pero tampoco desinformar.

Era revelar como un medio de comunicación puede ser instrumento para un grupo con poder político y económico, que hoy en crisis, lo que menos le importa es la condición de los trabajadores; ejemplos e historias de ello hay muchas con los trabajadores de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) que han sido despedidos injustamente o jubilados con una cantidad menor al salario que percibían.

Estas precisiones son necesarias luego de conocer un comentario en redes sociales de la reportera Marisol Flores, quien considera que en la nota de Proceso y en la columna Agujeros Negros, lo que menos importa es la situación por la que atraviesan los trabajadores y remata “la desvinculación de lo humano está cabrona, aquí el chiste es seguir pegando”.

Sería interesante, que en mi caso conocieran que no “pego”, pero a lo largo de mi trayectoria como reportero he denunciado desde hace más de 30 años los excesos y abusos del Grupo Universidad hoy Clan Universitario, al grado que el 6 de junio de 1987, las instalaciones del diario Nuevo Día para el que trabajaba cubriendo la fuente, fueron baleadas, agresión atribuida, no comprobada, a ese grupo, por denunciar sus fechorías; de ahí el nombre de esta columna.

Entiendo porque lo viví directamente lo que es quedarse sin empleo por un interés político; en 1985, fui despedido del Canal 3 de Hidalgo, por no someterme a los intereses de José Guadarrama Márquez, entonces secretario de Gobierno de Guillermo Rossell y cuatro años después me corrieron de Nuevo Día cuando el gobernador era Adolfo Lugo Verduzco, por órdenes del secretario de Gobierno, Ernesto Gil Elorduy.

Y desde la desaparecida Unión de Periodistas Democráticos (UPD) impulsamos el salario mínimo profesional para periodistas en el gobierno de Carlos Salinas, que por cierto los primeros reporteros despedidos con ese salario fueron Jesús Gaona López y Carlos Camacho González; por eso sí hay solidaridad con los ex trabajadores de El Independiente.

Que deben pugnar por ser liquidados y buscar la creación de medios alternativos como la prensa no lucrativa, que impulsan los compañeros periodistas Rogelio Hernández, Gerardo Albarrán y Andrés Solís, que es una posibilidad no solo para los ex trabajadores de El Independiente, también para por los menos otros 30 que han sido despedidos en Hidalgo al agravarse la crisis por la pandemia.


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