Por una democracia progresista

Para Cuauhtémoc Cárdenas, el histórico hombre de izquierda, la Revolución Mexicana no está concluida, está viva. La detuvo el neoliberalismo instalado en el gobierno que inició, a mediados de los ochentas, una labor de zapa consciente e intencionada contra ese movimiento, lo popular y la soberanía. Era el inicio. Luego vendría el descaro del entreguismo y la corrupción. Han sido cuarenta años de retrocesos sociales, económicos e institucionales, producidos por las políticas de los sucesivos gobiernos de la República, sentencia el ingeniero. 

Con esa premisa, en su más reciente libro Por una democracia progresista. Debatir el presente para un mejor futuro.(DEBATE, 2021),  el otrora jefe de Gobierno de la Ciudad de México explica: “…considero que es indispensable un amplio debate colectivo para formular el proyecto de democracia estable, sustentable y progresista que hoy requiere el país”.  Puede entenderse la separación  tácita del proyecto presidencial de la Cuarta Transformación o, al menos, una ruta diferente.

Del porfiriato y la sucesión del presidente Díaz en 1910, y hasta el Movimiento de Liberación Nacional, la Corriente Democrática y el Frente Democrático Nacional, el ex gobernador de Michoacán hace un recorrido por las etapas históricas de la Revolución Mexicana para concluir señalando sus contradicciones, claudicaciones, desviaciones y retrocesos

A manera de propuesta, el presidente de la Fundación para la Democracia esboza una serie de temas para la discusión: equidad fiscal, pendientes en lo electoral, los  militares no son apolíticos, economía con mercado, la comunicación e información del Estado, el  mundo laboral, la rebelión de las mujeres, jóvenes, drogas, multiculturalidad, deporte, reconstitución de la banca, reforma fiscal, energía, el campo y el ambiente, biodiversidad, COP21,  minería, planeación, derechos a la ciudad, democracia participativa, educación, Acuerdos de San Andrés, independencia económica, integración latinoamericana, Coronavirus.

No hay un apartado específico de nuestro sistema federal.  Hacia el final de su propuesta  aborda el tema de una eventual nueva Constitución:

Cualquier reforma a la Constitución tendrá que verse con cuidado y responsabilidad. Habrá que estudiar qué puede recuperarse primero, qué mantenerse como estaba antes de las reformas neoliberales, qué modificarse para quitar trabas al ejercicio de la soberanía o al desarrollo de la democracia. Revisar la Constitución o llegar a la conclusión de que es necesario una nueva no será cuestión de ejercicios académicos, que sin duda habrá que hacerlos, sino del convencimiento de una mayoría social y política que esté de acuerdo con un proyecto de nación, y en función de éste, de la norma fundamental necesaria para cimentar y desarrollar ese proyecto. […]

Vivimos actualmente uno de los momentos en que más se requiere que quienes se identifican como demócratas, progresistas, de izquierda, socialistas –juntos o separados estos calificativos-, se acerquen entre sí para analizar y discutir la problemática nacional.

Debe abrirse un debate amplio, sin exclusiones. Cada quien, individuo o colectivo, se autocalificará en su posición política e ideológica. Nadie puede arrogarse el derecho de calificar a los demás. Para un debate sobre el futuro de la nación, a todos debe convocarse y que se excluya sólo el que se quiera excluir.     

El autor tiene claro que la viabilidad de la democracia propuesta depende de una mayoría de mexicanos decididos a edificarla.


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