Edward R. Murrow aquel periodista estadounidense que cobró fama por su cobertura a la Segunda Guerra Mundial, decía que “una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”, y resulta lamentable comprobar esta idea en nuestro país.
Basta echarle una mirada a los números y comprobar el barril sin fondo en el que se han convertido los partidos políticos, cuya manutención resulta una lápida para el presupuesto público; tan solo en el 2021, los partidos le costaron al erario 7 mil 159 millones de pesos, cuya existencia en la mayoría de los casos ni siquiera tiene razón de ser, porque su manoseado cuento de que son ofertas diferentes a los demás ha quedado en mera utopía.
Durante el 2021, el recurso público para los institutos políticos se repartió de la siguiente manera: Morena, por ser el partido con mayor votación en 2018 recibió 2 mil 195 millones de pesos; el PAN mil 213 millones; el PRI mil 143 millones; el PRD 567.4 millones; el PT 498 millones; el PVEM 542.4 millones y Movimiento Ciudadano, 523 millones de pesos.
Pero para los nacientes partidos: Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza Social por México también hubo una tajada, pues cada uno recibió 158.8 millones. En el ejercicio 2020 el Instituto Nacional Electoral (INE) autorizó un financiamiento público por 5 mil 239 millones de pesos, es decir, las prerrogativas de este año aumentaron 36 por ciento.
Tal vez ese es el motivo por el que diversos grupos de poder crean partidos políticos pero no para abonar a la democracia, sino con una visión empresarial, porque al final terminan de satélites de otros partidos más grandes y monetariamente en máquinas que producen jugosos ingresos para sus fundadores y líderes.
Por ello, una vez que logran el tan ansiado registro ante la instancia electoral hacen de todo con tal de no perderlo, y recurren a personajes de dudosa reputación, o de aquellos enquistados en el medio de la farándula, el chiste es que tengan fama, aunque esta no sea tan buena.
A excepción de los hombres más ricos de México que siguen viendo florecer su fortuna en plena pandemia, nadie se ha salvado de la crisis por Covid-19; y es el medio del espectáculo uno de los más golpeados por esta crisis, por eso ahora vemos a personajes de este medio tratando de sacarle jugo a su fama, intentando simpatizar con los votantes y tener un sueldo seguro que les garantice la vida a la que están acostumbrados.
Mientras que los líderes partidistas, montados en la fama de sus populacheras ofertas políticas buscan seguir viviendo de los impuestos de los mexicanos, jugando a servir a los grupos en el poder.
Muestras tenemos en cada elección, pero en esta, considerada la más grande de la historia, hay ejemplos claros, como el del actor Alfredo Adame en las Redes Sociales Progresistas y quien fue balconeado en sus pretensiones de “chingarse” 25 millones y de paso reveló que el papel del partido que lo postuló a diputado federal es ayudar a que Morena logre tener mayoría sumando los espacios que puedan conquistar ambos partidos, “porque así son los negocios”.
Aun cuando por ley al ser su primera elección no pueden ir en alianza, sí pueden sostener alianzas de facto, con la intención de mantener el registro y al mismo tiempo darle la mayoría ya como aliados en el Congreso de la Unión al partido del presidente.
México es un país donde se ha demostrado que la sociedad organizada siempre rebasa a sus gobiernos, un país tan diverso, rico en naturaleza, en tradiciones, pero cuya gente trabajadora sigue viendo a los mismos políticos de siempre, aunque con diferente camiseta.
Los intereses de unos cuantos se siguen anteponiendo a los colectivos, para ello se hacen de artimañas buscando distraer la atención queriendo vender la imagen de pluralidad y diversidad de ideas, cuando en la realidad todos son uno mismo jugando a prestarse una pelota bastante maltratada.
Twitter: @AlexGalvezQ
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