Apenas antier fue el Día Internacional del Migrante declarado por la ONU. La fecha llegó cuando las condiciones del fenómeno migratorio no son precisamente de celebrar. Los flujos registrados por la Organización Internacional para las Migración en su informe de 2020 son del orden de los 281 millones de personas que vivían en un país distinto de su país natal, el equivalente al 3,60% de la población mundial, y remesas por 702 mil millones de dólares, incluida la leve caída, respecto del año anterior, del 2,4% causada por la pandemia de Covid-19.
Solo esos datos, reflejan la importancia del impacto que el trabajo de las y los migrantes tienen en las economías mundial y regionales. En México, el dinero producido en los Estados Unidos de América y enviado a nuestro país, ha sido reconocido y ponderado por el gobierno federal como uno de los más importantes ingresos del país, motor fundamental de la economía nacional y determinante para el micro desarrollo, sobre todo de las regiones expulsoras.
Lamentablemente también tiene la migración un aspecto oscuro que enturbia la mirada a la comprensión de su importancia mundial. Solo unos días antes, el estado de Chiapas fue triste escenario de una tragedia donde perdió la vida, en circunstancias deplorables, más de media centena de personas provenientes de países centroamericanos, participantes en esa gran caravana que pretende cruzar nuestro territorio con la esperanza del sueño americano.
En esa opacidad se advierten elementos como la ineficiencia institucional frente a las dimensiones del problema, presencia de la delincuencia organizada, corrupción de autoridades de los tres órdenes de gobierno, omisión de organismos públicos defensores de derechos humanos y hasta un creciente rechazo social rayano en lo discriminatorio.
Desde Hidalgo podemos lanzar otra mirada, nutrida de nuestras experiencias como tierra de origen y de destino, lo que nos coloca en posibilidad de puntualizar negativos y bondades. Van algunas referencias.
En el Programa Bracero diseñado para paliar los efectos de la Segunda Guerra Mundial en la economía norteamericana, participaron cientos de hidalguenses que encontraron en ello una buena y segura oportunidad de trabajo. Otra: en la actualidad numerosas localidades hidalguenses, señaladamente del Valle del Mezquital, expulsan mano de obra que ha llegado a conformar influyentes comunidades en importantes ciudades de aquel país.
Visto desde el otro ángulo, México ha sido generoso para recibir migraciones que trascendieron la presencia temporal y se arraigaron plenamente a las diferentes sociedades donde se establecieron, sin omitir acontecimientos penosos como la masacre de la comunidad china en Torreón, en 1911. Hidalgo lo ha sido especialmente para recibir, ya por motivos de subsistencia económica, política o la que fuere, a quienes arribaron provenientes de cualquier punto del planeta, en muchos casos sin saber siquiera adonde llegaban ni cómo subsistirían.
Pachuca, hay que subrayarlo, mantiene para bien el ambiente liberal que propició el cosmopolitismo atraído por la bonanza de la industria minera desde finales del siglo XIX y hasta bien entrado el XX, prólogo para confirmar el lema que este año significó la fecha: Aprovechar el potencial de la movilidad humana.
Aquí, y en otras poblaciones hace décadas se materializó con elementos que conforman una cultura inclusiva: comida, moda, arquitectura, deporte, producción, religión y tolerancia han marcado a muchas generaciones.
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