DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Nostalgia y búsqueda de comunión

El fin de la soledad es la compañía, no el aislamiento, pero hay que especificar cuál es esa compañía y con quien se está. La filosofía de la soledad da dos respuestas: la razón interior, o natural; y la razón superior o revelada. La definición de la filosofía de la soledad fue formulada por la sabiduría grecolatina: voy a la soledad a encontrarme a mí mismo.

En ese sentido Ángel Herrera Oria “distingue entre dos formas de soledad: la exterior, física, corporal, el estar solo, a solas, sin nadie. Y una segunda, la interior, compatible con la compañía y convivencia social. La soledad que siempre es necesaria, es la interior, la del corazón, es la del hombre que aunque físicamente esté entre los hombres conserva en la parte más serena de su alma de una gran paz interior…La soledad no es un fin, sino un medio para un fin”.

Octavio Paz escribió que “todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos; y más: todos los hombres están solos. Vivir, es separarnos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es eI fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro. Su naturaleza, si se puede hablar de naturaleza al referirse al hombre, el ser que, precisamente, se ha inventado a sí mismo al decirle “no” a la naturaleza— consiste en un aspirar a realizarse en otro. El hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad”

Estas divagaciones son movidas por el recuerdo de las horas de búsqueda de comunión de hace casi dos décadas, cuando la obra novelística de Paul Auster me significó un faro.

Sobre la soledad y Auster, Teresa Icardo Campos, refiere en su tésis doctoral: ”el inicio de la carrera de Paul Auster, como escritor, está marcado por su primer viaje a Europa… Los 1500 dólares ahorrados durante la infancia y la adolescencia, le sirvieron para comprar un billete de barco, tarifa de estudiante y pasarse dos meses y medio viajando por Francia, Italia, España e Irlanda. “Era la época de Europa por cinco dólares diarios y si uno vigilaba bien sus fondos, esa cantidad alcanzaba perfectamente. […] En dos meses y medio, perdí más de diez kilos. En París, […] tuve encuentros extraordinarios21 pero […] pasé la mayor parte del tiempo solo, a veces excesivamente solo, solo hasta el punto de oír voces dentro de mi cabeza”, y en Dublín más “soledad, silencio y caminatas”…

Justo es la voz del primer Auster, del Auster poeta, la que dispara con severidad sobre el tema: “Empieza de nuevo,/ a partir de la soledad:/ como si ahora respirara/ por última vez,/ y es ahora, por tanto,/ cuando respira por vez primera/ más allá del abrazo/ de lo singular./ Vive, y no es por tanto/ sino lo que se aloja/ en el insondable hueco/ de su ojo,/ y lo que ve/  es todo lo que no es:/ una ciudad del hecho indescifrable”… En su paradoja de la soledad y el tumulto, Auster dotó a su obra del mismo carácter polisémico de la realidad planteado por Cervantes y conviertiéndola en trama literaria combinando narraciones y puntos de vista aprendidos en el Quijote, como si de un gran retablo narrativo se tratara, por eso es importante leerle, por el caleidoscópico universo narrativo que representa. Paul Auster murió el pasado 30 de abril, su fallecimiento no sobrecoge (a sus lectores y a sus futuros lectores), y también, claro está, nos conduce, a la reflexión y la nostalgia de sus obra, nos lleva a revivirlo en sus letras.