El tiempo parece haberse detenido en Acuautla, una localidad del municipio de Huehuetla que, a más de una semana de la devastación, sigue luchando por sobrevivir bajo la tierra y la incomunicación.
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Tras el impacto de las intensas lluvias por el huracán Priscilla, este lugar, que según el INEGI alberga a 527 habitantes, es hoy un retrato del desastre: camiones sepultados, casas destrozadas y el rugido del cerro que cubrió lo que antes era camino.

Acuautla es uno de los ejemplos más crudos de las afectaciones en la Sierra Otomí-Tepehua. Los residentes claman por apoyo urgente, pues el desgajamiento del cerro no sólo sepultó vías de acceso clave, sino que arrasó con viviendas y dejó a la comunidad completamente aislada.

La gravedad de la situación obligó a gran parte de sus habitantes a buscar refugio de manera inmediata. Más de la mitad de la población tuvo que desplazarse y solicitar albergue en la comunidad vecina de San Gregorio, dejando atrás lo que queda de sus hogares.

La ayuda, aunque vital, llega a cuentagotas y solo por la voluntad de los propios damnificados y voluntarios.

Los víveres no pueden entrar por las vías principales. Para sortear los caminos sepultados, las personas se han organizado para cruzar por veredas y pasos improvisados, cargando a pie los insumos para garantizar que la ayuda llegue a quienes aún permanecen en Acuautla y a los refugiados en San Gregorio.

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Los habitantes de Acuautla claman por la intervención urgente de las autoridades para despejar los caminos. El riesgo de nuevos deslaves, sumado a la desesperante necesidad de alimentos y suministros básicos, mantiene a la comunidad en una situación crítica.
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