CESAR G

¿Nos debería castigar el gobierno por no vacunarnos?

Durante las últimas semanas se ha desatado un debate interesante sobre si el gobierno debería de prohibir ingresar a lugares públicos a aquellas personas que no estén vacunadas. Esto nos debería de poner a pensar sobre si estamos dispuestos a sacrificar libertades por seguridad y si deberíamos o no de darle ese poder al gobierno.

Primero hay que recordar que la pandemia sigue ahí, la variante Delta ha venido a disparar los casos, si observamos la gráfica de nuevos casos confirmados en Hidalgo nos podemos dar cuenta que estamos casi igual que en el anterior peor momento de la pandemia, que es muy probable que en unos cuantos días Hidalgo vea su cifra más alta de contagios y que la velocidad con que está sucediendo eso es tremenda. Pero dentro de todo lo malo que eso significa podemos también observar que el número de muertes es mucho menor, menos personas mueren de Covid-19 y eso se lo debemos a la vacuna, conforme la vacunación avance las muertes serán todavía menos. Así que si conocen a personas mayores de 30 años que no se hayan vacunado, anímenlas a vacunarse, el gobierno de Hidalgo tiene ya sedes de vacunación permanentes en varios municipios, la vacuna es segura y estamos viendo directamente sus beneficios.

Los gobiernos de muchos países están expidiendo certificados, incluso el gobierno mexicano tiene el suyo, cuando una persona completa su esquema de vacunación se le expide para que pueda demostrar que ya fue vacunado. Hasta aquí todo bien. El problema empieza cuando se busca que el gobierno obligue a los ciudadanos a demostrar que ya fueron vacunados y, en caso de que no, se les prohíba la entrada a lugares públicos o se les prohíba hacer uso de ciertos servicios públicos. En principio parece buena idea que, por nuestra seguridad, alguien que decida no vacunarse sea castigado de alguna manera y así decida vacunarse pero ¿esto tendría algún beneficio? Podría decirse que sí, todo parece indicar que una persona vacunada enferma y asintomática tiene menos carga viral y eso puede reducir el riesgo de contraer Covid-19 de los demás. Pero sucede que muchas veces vemos los beneficios pero no los costos.

El ser humano ya vivió algo similar, hace unos 200 años la fiebre amarilla azotó Nueva Orleans, en ese momento lo único que quedaba era “aclimatarse”, que no era otra cosa que enfermar y correr con suerte y sobrevivir, si sobrevivías eras de los “aclimatados” y eso daba privilegios al punto de que aprovechaban su condición para ganar poder social, político y económico, tu condición decidía con quien te casabas o en dónde podías trabajar, los “inmunizados” lograban obtener mejores empleos y podían obtener préstamos bancarios presentando su certificado de aclimatación, incluso los esclavos inmunizados aumentaban su valor. El resultado de crear una división entre “aclimatados” y “no aclimatados” fue un aumento de las desigualdades sociales y el costo fue enorme.

Pero hay otro problema, parece que una persona vacunada enferma esparce menos el coronavirus pero no se sabe a ciencia cierta si eso impide los contagios, todo parece indicar que no, así que estaríamos relegando a personas de la sociedad sin ni siquiera tener la certeza de que eso que estamos haciendo funciona, podríamos terminar con una medida muy autoritaria pero inútil.

Siempre hay que ver los costos, si los costos superan los beneficios, por ahí no es. Hay que pensar muy bien antes de invitar al gobierno a coartarnos libertades, que no nos venza el miedo. Intentemos todo antes de pedirle al gobierno que nos quite libertad. Riesgos hay muchos en la vida y con ellos vamos a tener que vivir, después de la vacuna el Covid-19 será uno más.


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