No hay cosas gratis

Esta columna está cumpliendo un año, una de las ideas que tenía al momento de ser invitado a escribirla era explicar conceptos económicos de manera sencilla, creo que en México hace falta conocer mejor lo que es la economía, no se pudo lograr del todo ya que tuvimos un año difícil en donde los temas de coyuntura ocuparon la mayoría de las columnas pero la idea continúa, es por eso que hasta ahora voy a poder explicar por qué la columna se llama “No hay cosas gratis”. 

No fue sino hasta después de la universidad que escuché hablar de Milton Friedman y es en honor a él que la columna se llama como se llama. Dentro de sus muchas frases para explicar de buena manera una idea, una de las más conocidas es “No hay tal cosa como un almuerzo gratis”. La idea detrás de esta frase es realmente interesante y tiene que ver con uno de los conceptos más importantes en economía: el costo de oportunidad.  

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En la vida no hay nada gratis, todo tiene un costo, para obtener algo que queremos, tenemos que renunciar a algo que también queremos. Vivimos en un mundo de recursos limitados pero de muchas opciones disponibles, como no podemos todo tenemos que tomar una decisión, o hacemos una cosa o la otra, el costo de oportunidad es precisamente a eso que renunciamos para poder obtener lo que escogimos. 

Imaginen que tienen $200 pesos y necesitan comprarse un pantalón y una camisa y cada una de las prendas tiene un costo de $150 pesos, lo ideal sería que ustedes tuvieran $300 pesos para poder comprarse las dos cosas pero no cuentan con esa cantidad de dinero, así que hay que escoger. Cualquier decisión que tomen tendrá un costo, si escogen el pantalón se quedarán sin la camisa y viceversa, la decisión, entonces, estará basada en aquello que les genere un menor costo, si les hace más falta una camisa, decidirán comprar la camisa. 

No hace mucho platicaba con una buena amiga sobre las dietas. Ella ha escogido hacer mucho ejercicio y hacer dieta porque se quiere ver físicamente bien pero también le encanta comer, lo ideal sería lograr su objetivo haciendo ejercicio y al mismo tiempo poder comer todas las alitas del mundo pero desgraciadamente eso no es posible, hay que escoger, el costo es no poder comer todas las alitas quisiera, tiene que renunciar a eso para lograr verse como quiere, lo curioso es que la decisión la hará feliz ya que conscientemente está escogiendo eso en lugar de lo otro. Mi caso es justo el opuesto, a mí me hace más feliz comerme una torta de tamal que tener un abdomen de lavadero, mi costo será que nadie me voltee a ver cuando me quite la playera en una playa, ni modo.  

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Regresemos a Milton Friedman y a su frase. Muchas veces los políticos nos dicen que tal o cual cosa que nos da el gobierno es gratis, pero que no tengamos que pagar por algo no implica que nadie lo pague, eso que a alguien le dieron gratis cuesta, ese costo tuvo que ser pagado por otro. Pensemos en un concierto de piano que nos ofrece gratis una oficina gubernamental de cultura, ese concierto tiene un costo, hay que pagarle al pianista, hay que pagar la renta de audio y la luz del teatro, entre otras cosas. El gobierno entonces tomará dinero de nuestros impuestos y cubrirá el costo del evento, de gratis ya no tiene nada. Sólo porque otros terminaron pagando por el concierto fue que los asistentes pudieron disfrutarlo gratis. Pero ahí no acaba la situación, haber utilizado el dinero para hacer un concierto de piano impidió utilizarlo para salud, seguridad o cualquier otra tarea del gobierno, hay un costo de oportunidad.  

Como verán, hay costos siempre, algunos son muy obvios y aparecen a simple vista, otros son más difíciles de detectar, pero de que no hay cosas gratis en esta vida, de eso que no quede duda.  


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