En Hidalgo, artistas, colectivos e instituciones independientes han legado identidad a través de su obra, labor que, no obstante, no cuenta con protección y cuyas piezas suelen ser alteradas o destruidas, con lo que se pierde inversión económica, tiempo, así como valor creativo, artístico y cultural.
La muralista hidalguense Carmina Orta explicó en entrevista que, aunado a la logística que implica el desarrollo de obra, el muralismo es un ejercicio que no garantiza la obtención de recursos para quienes lo realizan ni la protección de la obra misma.
“Mujeres, motor de cambio y transformación social” es el mural creado en la fachada de la Secretaría de las Mujeres de Pachuca, por el Colectivo Musas Rotas, obra que fue dañada poco después de su inauguración.
“Nos advirtieron que dañarían el mural, porque no estaban de acuerdo con las mujeres retratadas, pero lo que no saben es que con esa acción el mural logra su objetivo, involucrar a la gente y visibiliza el contexto que vivimos”, mencionó Carmina Orta.
Asimismo, el proyecto de arte urbano “Homenaje al carnaval”, creado en 2021 por artistas del Colectivo Jäitsibi, en el municipio de San Bartolo, fue reemplazado por propaganda electoral en 2022.
Fernando Ibarra Molina, artista e integrante de Jäitsibi, compartió que, en acuerdo con el ayuntamiento, el mural permanecería al resguardo del municipio, no obstante, fueron borradas las siete obras que lo conformaban.
“Para nosotros siempre ha sido relevante compartir la cotidianidad… la memoria. En cada proyecto se lleva a cabo una investigación que permita generar un sentido de pertenencia e identidad. Constantemente buscamos llevar el arte a los pueblos y a la gente que quizá no sabe leer o escribir, pero que comprende su historia y se reconoce en ella a través de la pintura”.
Un ejemplo más de la falta de garantías al trabajo de muralistas es la pieza creada por Arturo Moyers en 1985, que alude a la primera huelga en América y la historia de la minería en Hidalgo, y que, al ser restaurada por el ayuntamiento de Real del Monte, resultó afectada.
“Solicitamos que este trabajo de ‘restauración’ se detuviera o se realizara con la intervención de especialistas, por lo que acudimos a distintas instancias y se acordó detener la intervención hasta que participaran autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), pero esto no se cumplió, prevaleció la apatía al desconocer lo que tienen”, comunicó Antonieta López, viuda del artista.
Antonieta López afirmó que el trabajo de Moyers destaca por su calidad, al desarrollar obras con valor histórico, artístico, estético, monumental, conmemorativo y simbólico, por lo que a través del grupo de restauración Taller de Moyers, han gestionado la restauración de otras obras del artista en Hidalgo sin éxito. “Se necesita sensibilidad y el deseo de querer proteger el trabajo. Ahora tenemos la esperanza de que aún se pueda hacer algo para rescatar el mural”.
Iniciativas para proteger los murales de Hidalgo
Un proyecto que nació de la necesidad de visibilizar las problemáticas y anhelos del gremio es la Escuela de Muralismo Siqueiros, construida colectivamente en Poxindeje, Hidalgo, desde donde se abordan aspectos como la gestión, el andamiaje, el trabajo el equipo, la técnica, la legislación, la investigación y difusión.
El muralista Jesús Rodríguez Arévalo explicó que la escuela tiene la función de satisfacer las necesidades de los artistas y esto se logra a través de un trabajo conjunto con ayuntamientos, especialistas, investigadores y cronistas mediante un decreto o carta de patrimonio cultural, que casi nunca se realiza ni por grabadores, pintores o escultores.
Al respecto, Bonfilio Salazar Mendoza, presidente del Comité para la Conservación y Preservación del Centro Histórico de Pachuca, indicó que no existe una ley que proteja los murales, exceptuando los que se encuentran en iglesias, conventos o que forman parte del patrimonio nacional reconocidos así por el INAH.
“Hay murales que se encuentran en instituciones oficiales y cuentan con su propia reglamentación, pero en el caso de murales que se den en Pachuca o municipios, no tienen esa seguridad”.
Puntualizó que una posibilidad jurídica para el gremio es que por cada mural los ayuntamientos asuman la responsabilidad elaborando un decreto de protección a través de una dirección o secretaría de cultura municipal, así como la aprobación de la asamblea municipal, o en su defecto el permiso de dueños de muros o paredes privadas tomando como factores de consideración la calidad técnica y de los materiales.
“Hay un abandono absoluto que parte de ignorancia de lo que son, lo que valen y lo que tenemos. Debe crearse un reglamento y espero que los ayuntamientos trabajen para ello”, expresó el activista.
“Falta unidad… equipo de lucha de esa comunidad artística, es decir, afinidad en lo que se busca para plantear estas problemáticas en los ayuntamientos y que se comparta la responsabilidad, porque eso es cultura”, recalcó.
La entidad es lienzo para el muralismo y el arte urbano
Como en otros estados, Hidalgo ha sido cuna y lienzo para la creación de arte urbano en sus diferentes representaciones: graffiti, street art, paredismo y muralismo, esta última caracterizada por la creación pictórica en superficies murales con contenido ideológico, que plasma la visión sobre la identidad nacional y la situación social y política del país.
Desde sus trincheras, a contracorriente y desde la independencia, distintos colectivos, artistas, festivales, centros y promotores culturales han dado impulso a estas expresiones artísticas en el estado, librando obstáculos para ejercer el derecho a la cultura.
Revolución Mexicana, el epicentro
El muralista y académico Jesús Rodríguez Arévalo expuso en entrevista que el muralismo es un ala cultural, artística y política que tiene su punto focal en la Revolución Mexicana.
“La iniciativa buscaba hacer un arte social, un arte que representara el valor de la Revolución Mexicana, sus aportaciones y aspiraciones en un desarrollo integral para la sociedad a todos niveles, en ese ambiente socialista se crea el movimiento mural mexicano”.
Uno de los antecedentes fue el Circulo Artístico, proyecto de Gerardo Murillo, también conocido como Dr. Atl, e integrado por los jóvenes pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco y que, posteriormente, en 1921, con el impulso de José Vasconcelos a la educación en el país, el muralismo se volvió punta de lanza para la revolución cultural.
En el manifiesto muralista, firmado por más de 25 artistas, se toma el camino del arte social revolucionario, que debía ser, entre otros aspectos, político, público, prehispánico y popular, con el propósito de ser un movimiento que repercutiera en la cultura mexicana y que diera identidad, para dejar de reproducir las creaciones artísticas provenientes de Europa.
El movimiento en Hidalgo
Rodríguez Arévalo puntualizó que en Hidalgo hay tres vertientes muy claras: el arte conceptual o contemporáneo, que se caracteriza por instalaciones y obras de arte críticas; el arte urbano, que incluye el paredismo, graffiti y otras expresiones que se desarrollan en la estética; y el muralismo, que se desenvuelve desde la cosmovisión del autor y que trasciende como una lucha social con actitud política de resistencia.
“Una lectura o análisis actual es que hacer muralismo en provincia es cien veces más difícil que en la Ciudad de México; y aquí el muralismo lucha por sobrevivir y lo está logrando, hay una producción importante con muralistas serios que promueven la investigación crítica”.
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