MODERNA ESCLAVITUD

Entre los días internacionales establecidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, UNESCO, está el 23 de agosto para el recuerdo de la trata de esclavos y de su abolición. La fecha escogida es en recuerdo de la sublevación en Haití, en 1791, punto de partida para la abolición del comercio trasatlántico de esclavos, celebrada originalmente en aquella república en 1998 y al año siguiente en Senegal.

La finalidad perseguida, dice la UNESCO, es “inscribir la tragedia del comercio de esclavos en la memoria de todos los pueblos.  […] ha de representar  la ocasión para efectuar una reflexión colectiva de las causas históricas, los métodos y las consecuencias de esa tragedia.”

El tema de este año para la conmemoración es “Historias de coraje: resistencia a la esclavitud y unidad contra el racismo.”

Con ese motivo. La directora general de aquella organización, Audrey Azoulay señala: “Es hora de abolir la explotación humana de una vez por todas, y de reconocer la dignidad igual e incondicional de todos y cada uno de los individuos. Recordemos hoy a las víctimas y a los defensores de la libertad del pasado para que inspiren a las generaciones futuras a construir sociedades justas.”

La parte final del párrafo, sugiere un llamado a observar la actualización del problema y actuar en consecuencia. La multiplicación de los flujos migratorios en diversas regiones del planeta, hasta generar crisis en los países de tránsito y destino, así lo confirma, lamentablemente con soluciones de escasos efectos. Pero esa es hoy  solo una parte del problema.

Hay ahora una visibilización de las nuevas materializaciones de la esclavitud en las sociedades actuales. Se han propuesto diferentes catálogos en donde varían los orígenes y formas por las condiciones regionales de su desarrollo,  pero atienden a fenómenos rurales y urbanos, menos o más extendidos y con efectos igualmente contrarios al derecho humano de la libertad entendido en su más amplio sentido.

En diversos listados encontramos formas como el trabajo forzado o en condiciones de explotación, el realizado por menores de edad, la trata de personas, incluido el traslado ilegal de migrantes, derivada en expresiones tan ruines como la explotación sexual y la pederastia, la mendicidad forzada mediante la utilización infantil y de personas ancianas, el servicio doméstico y cualquier tipo de empleo mediante la privación de la libertad, y el matrimonio forzado.

También están, respecto de la gente joven, el consumo de drogas,  alcohol y tabaco, la telefonía en uso excesivo,  el abuso de las redes sociales y hasta el consumismo influido por el uso de satisfactores de marca.

En muchos de esos rubros encontramos una determinancia de la tecnología, o cuando menos ese vehículo para generar los daños. Nicholas Carr nos advierte de una dependencia nuestra respecto de nuestros esclavos tecnológicos por la cual también nosotros nos convertimos en esclavos. Observa en la gente una  queja constante de sentirse como esclavos de sus aparatos y dispositivos y recuerda la idea de una rebelión robótica, en la cual las computadoras con inteligencia artificial pasan de ser esclavos a amos, tema central durante un siglo en las fantasías distópicas sobre el futuro,  (Atrapados, Taurus 2014).

Cuál es, amable lectora, lector, su sentir ante este panorama frente a su libertad, si por libertad entendemos, a la manera liberal, el valor más importante de nuestra vida. En recuerdo de la esclavitud original, respondámonos si la padecemos.