En el antiguo andén del Centro Cultural del Ferrocarril, el escultor Joaquín Restrepo presenta Migratio Animae (La migración del alma), una instalación conmovedora que convierte la estación en un umbral poético entre la historia y el cuerpo, entre el recuerdo persistente y el olvido inevitable.
La muestra, disponible hasta diciembre con entrada gratuita, puede visitarse de lunes a sábado entre las 10:00 y las 18:00 horas.
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Esculturas que hablan de memoria y desplazamiento
Las esculturas que componen Migratio Animae emergen como cuerpos-archivo: fragmentos humanos de hierro que condensan memorias colectivas, emociones suspendidas y gestos mínimos de rebeldía o resignación. Restrepo convierte el espacio ferroviario —construido entre 1895 y 1899 como parte del antiguo trayecto minero hidalguense en un escenario ritual donde la historia industrial y la corporalidad se entrelazan profundamente.
Inspiración y técnica detrás de Migratio Animae
La obra no solo evoca el tránsito físico de los trenes, sino el desplazamiento emocional de generaciones cuyas vidas quedaron marcadas por el progreso extractivo. En ese contexto, las figuras esculpidas revelan las huellas del despojo y la espera heredada, invitando al visitante a recorrer un pasaje compartido, activando las ausencias como parte esencial del arte.


Restrepo plantea así una instalación relacional, donde el espectador no es testigo pasivo, sino parte activa del drama que encarnan las piezas. En palabras del propio artista, esta exposición propone pensar el pasado no como clausura, sino como constelación viva donde el dolor colectivo y la transformación individual conviven.


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Inspirado por el pensamiento contemporáneo, la literatura y la teoría del cuerpo, Joaquín Restrepo (1984) profundiza en la expresividad del gesto humano mediante técnicas escultóricas que combinan tradición y procesos industriales. Su trabajo, influido por la anatomía, la ingeniería y la introspección, convierte cada pieza en una meditación sobre el alma, el cuerpo y la materia.
Con Migratio Animae, el Centro Cultural del Ferrocarril se transforma en un santuario de tránsito, donde la demora se vuelve fértil y la negatividad del tiempo detenido como sugiere Byung-Chul Han abre la posibilidad de habitar lo otro: la memoria, la relación, la permanencia.
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