Simón Vargas

Más allá de la salud, las tragedias que traerá el COVID-19

No puedes escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy.

Abraham Lincoln

La tragedia comenzó a manifestarse el primero de diciembre del 2019 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei en la China central y 102 días después la Organización Mundial de la Salud la reconoció como pandemia.

Durante el año pasado el Covid-19 se consideró lo que la investigadora especializada en economía mundial, Michele Wucker definió como un Rinoceronte Gris, es decir, una amenaza probable, con alto impacto y de la cual a pesar de conocer sus probabilidades de ocurrencia, se le presta poca atención; desafortunadamente, como en muchas de las crisis, ésta no sólo ha colapsado los sistemas de salud, sino que ha fracturado tres sectores determinantes para el desarrollo: la economía, la seguridad y la gobernabilidad.

Económicamente se ha producido un desplome del mercado de valores, una de las caídas más vertiginosas desde la crisis financiera de 2008 y contrario a lo que podría pensarse, esta situación quizá se intensificará una vez que la pandemia haya pasado. El Fondo Monetario Internacional afirma que el impacto de esta crisis sobre la economía mundial será el peor que ha vivido el mundo en casi un siglo, e incluso estimó que el crecimiento económico global para este 2021 solo tendrá una recuperación parcial.

Asimismo, la CEPAL estimó una contracción de -1,8% del PIB regional, lo que podría llevar a que el desempleo en la región suba en 10 puntos porcentuales. Esto conduciría a que, siendo un total de 620 millones de habitantes, el número de pobres en la región suba de 185 a 220 millones de personas.

La caída de la economía y del empleo a su vez influyen directamente en otros ámbitos como es el caso de la inseguridad y la gobernabilidad; tan sólo en nuestro país, al inicio de la contingencia implementada se registraron saqueos en varias tiendas departamentales y de autoservicio, atracos que fueron orquestados a través de las redes sociales.

No sólo se trata de las actividades delictivas actuales o los grupos delincuenciales que operan con el objetivo de obtener ventaja mientras el coronavirus continúa atacando, sino que tanto el desempleo, la falta de alimentos y el impacto comercial harán que las actividades ilegales en un futuro, se conviertan en una opción quizá cada vez más atractiva.

De igual forma, a raíz del declive de la economía y el incremento de la delincuencia y la violencia, la gobernabilidad podría presentar escenarios más difíciles; la política internacional que hasta este momento se ha caracterizado por la posverdad deberá girar 180 grados y centrarse en escenarios honestos, transparentes, pero sobre todo organizados.

Hoy se necesitan gobernantes que no improvisen, que no procedan sobre la marcha, sino que por el contrario tengan protocolos de actuación y se apeguen a las instrucciones de organismos internacionales versados en el tema; queda claro que la ciencia y la tecnología cumplen con un papel importante por lo que hay que continuar impulsándolos.

El futuro de la gobernabilidad, la economía y la seguridad dependen de acciones y planes concretos, no de improvisaciones; la forma en la que hoy manejemos estos tres pilares será el parteaguas que nos permita enfrentarnos a un mañana que pareciera cada vez más complicado.

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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