Se empezó a hablar de derechos humanos después de las guerras algunas con bombas y otras más silenciosas, que no solo tenían un fin económico o político, sino una profunda aversión a otras personas con características o atributos distintos, diferentes con los cuales se empezó a encasillar a estas poblaciones en algo que no era un ser humano.
Pero si lo eran, si lo son, si lo somos.
El miedo, la ignorancia, el coraje, la ambición, el odio; son algunas de las emociones que cruzan a las personas que buscan negar derechos a otras personas. A pesar del avance en el discurso, en las leyes, en la tecnología, entre otros, las discusiones diarias versan en la lucha por no perder los derechos más básicos que cualquier persona, en cualquier lugar del mundo tienen que tener.
Luchamos por el derecho a la identidad: tener un nombre y documentos que representen lo que somos y no lo que nos quieren imponer.
Por el derecho a la educación: libre de violencia y discriminación.
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Por el derecho a la salud: también sin violencia, sin discriminación y con el reconocimiento de que las personas, somos más que un expediente y que podemos tomar decisiones autónomas y libres.
Por el derecho al libre tránsito, a la migración.
Por el derecho a la libertad, a la autonomía, por el derecho a decidir.
Sin embargo, hay todo un sistema que se resiste todos los días a respetar y reconocer, porque eso implicaría realizar cambios que probablemente a las personas más privilegiadas, aquellas que insisten ser las más vulnerables en este sistema, no les gusten.
La semana pasada tuve la oportunidad de estar en el Casa Frida, Tapachula. Un refugio para migrantes de las disidencias sexo genéricas. Como se cruzó el 28s, día de acción global por el aborto legal y seguro, tuvimos alguna conversación con las personas que migran sobre cuál es la relación entre ese movimiento y el movimiento abortista. Es simple: el derecho a decidir. Pareciera que son caminos distintos, pero las políticas migratorias que impiden que las personas que han decidido dejar su país por la razón que sea, no respetan esa libre decisión. Así también con las mujeres y otras personas con capacidad de gestar que deciden, por la razón que sea, abortar.
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En esa misma semana, el 28s en Pachuca se llevó acabo la mercadita y la marcha. Me contaron que varias chicas expulsaron de la mercadita a las mujeres trans que iban a vender sus cosas. En las fotos vi una serie de mensajes que tienen un tufo a transfobia. Qué lamentable y qué coraje que ellas, las activistas transfobicas no vean que esa lucha que rechazan y juran se construyó para “oprimirlas más” en realidad comparte una misma opresión y que con sus acciones ellas mismas se ponen el pie. Avalar que a alguien más le pisoteen los derechos, es estar de acuerdo en que se pisoteen los nuestros.
Finalmente, en su forma de estado en Nuevo León los anti derechos del Poder Ejecutivo Estatal y del Legislativo en contra del aborto hicieron una campaña muy ruin para difundir que otra vez se protegía la vida desde la concepción. En México, después de la despenalización parcial del aborto en la CDMX los anti derechos lanzaron esta estrategia que implica reformar la Constitución Estatal para poner una leyenda que dice “se protege la vida desde la concepción y hasta la muerte”, que aunque legalmente no tiene un impacto para obstaculizar el aborto, pues siguen vigente las causales (que son los permisos que les legisladores dejaron en el Código Penal para poder abortar en ese estado); si se han utilizado para que la prensa y la sociedad piensen que se prohíbe en su totalidad el aborto y por tanto las personas no puedan acceder a su derecho o sean criminalizadas.
Nuevo León no protege la vida desde la concepción de nuevo, solamente se tomaron fotografías con sus pañuelos azules para hacernos creer eso. Hasta yo caí, me preocupa que mucha gente más segura también lo creyó.
Necesitamos trabajar mucho para eliminar esos aprendizajes que violentan a otras personas.
Lxs antiderechos son un peligro para todxs, hasta para ellxs mismxs.